Argentina:
Murió Fabián Tomasi, un símbolo de los estragos
que provocan los agroquímicos en el cuerpo
Fabián Tomasi se había definido a sí mismo como
“la sombra del éxito”. Su cuerpo era un testimonio
de los estragos que provocan los agroquímicos en las personas
que están en contacto con el veneno. Al poco tiempo de ingresar
a trabajar en el reabastecimiento de los aviones fumigadores de una
empresa agrícola le diagnosticaron “polineuropatía
tóxica metabólica severa”. Hoy falleció luego
de cinco días de internación a raíz de una neumonía.
Su adiós fue tendencia en Twitter.
El
caso de Tomasi se conoció hace años. Quizás la
mecha la encendió una nota con el programa La Liga, pero también
fue la tapa del libro Envenenados, de Patricio Eleisegui, y protagonista
de la exposición El costo humano de los agrotóxicos, de
Pablo Piovano. Había sido peón de campo y obrero antes
de conseguir trabajo en 2005 para la empresa Molina en su Basavilbaso
natal, en Entre Ríos, a unos 200 kilómetros de Paraná.
“Nunca
pensé que iban a descuidar tanto. Yo tenía que abrir los
envases (de agrotóxicos) que dejaban al costado del avión,
volcarlo en un tarro de 200 litros para mezclarlo con agua, y enviarlo
al avión a través de una manguera”, recordó
en una entrevista con Télam hace unos años. Sólo
le habían dado un consejo. “No lo hagas en contra del viento,
así los gases no te afectan”, le aclararon.
No
usaba nada que lo proteja de los venenos que manipulaba. Ni guantes.
Él no quería colocarse los trajes, porque eran insoportables
-sobre todo en verano-, pero tampoco se lo exigían los hermanos
Molina, sus jefes, que años más tarde murieron de cáncer.
Incluso solía trabajar descalzo. Su piel entró en contacto
con glifosato, DDT, endosulfán y otros agroquímicos, algunos
de los cuales hoy están prohibidos en el país.
Entonces
llegaron los síntomas y los tratamientos de Tomasi, pero faltaría
bastante hasta dar en la tecla con el diagnóstico. “Muchos
no supieron o no quisieron decirle lo que tenía, hasta que llegó
a conocer a un médico que llegó a ser intendente de Basavilbaso,
el doctor Alberto Lescano, que le confirmó que tiene una polineuropatía
tóxica . O sea, había estado en contacto con tóxicos
que le habían provocado una serie de desajustes a nivel corporal,
que sólo eran explicables por una alta exposición de sustancias
tóxicas”, explicó a Infobae la periodista Fernanda
Sandez, autora de La Argentina fumigada.
Su
cuerpo, desde aquellos días, no paró de empeorar. No podía
comer nada sólido y le costaba caminar o mover sus brazos. En
los últimos años le tuvieron que ayudar para alimentarse.
En algún momento le dijeron que le quedaban seis meses de vida,
pero resistió más de una década.
El doctor Medardo Ávila, de la Red Universitaria de Ambiente
y Salud, recuerda a Tomasi como “un amigo. “Las empresas
de fumigación aérea son los más contaminantes,
las que usan las dosis más altas, tienen el menor cuidado y están
más atrás del dinero de todo el agronegocio. Y así
como él, hay cientos de Fabianes que trabajan sin ningún
tipo de protección manipulando esos venenos”, lamentó
a Infobae .
Testimonio
viviente
“Voy
a llegar al último día y voy a decir ‘yo intenté
defender la verdad’. El que se calló, que se haga cargo
de qué decirle a su hijo”, reflexionó hace unos
años Tomasi en un panel que se realizó en la Universidad
de Buenos Aires.
Y
lo hizo. Dio innumerables entrevistas con medios nacionales y extranjeros,
y llevó su voz, sus ideas y su cuerpo a cuanto foro lo invitaban.
Eso
sí: no todos le creían. Para muchos era un fabulador o
una víctima de una diabetes preexistente. Él no tenía
dudas. “Nadie sabe cómo estos millones de toxinas que se
hunden en el suelo [los agroquímicos] están afectando
nuestra salud. No hay estudios a largo plazo. Científicos de
la Universidad de La Plata visitaron Basavilbaso. Encontraron el veneno
en nuestra agua y en el aire. Aquí en Argentina fuimos siempre
un laboratorio de negocios agrícolas y una industria química
desde que Monsanto entró en el país bajo circunstancias
sospechosas en el año 1996. Ahora hay miles de víctimas”,
sostuvo el año pasado en una entrevista con un periodista alemán.
Una
anécdota que repasa Sandez es muy gráfica al respecto
de esa desconfianza que generaba su historia en algunas personas. “El
vivía en una casa muy pequeña que había pintado
de un verde hermoso, que lo bautizó como ‘verde Andrés
Carrasco’ [el investigador del Conicet que demostró los
efectos devastadores del glifosato], porque sintió que las denuncias
de Carrasco eran las que le daban sustento a lo que él estaba
viendo en su cuerpo y que la ciencia tiempo después terminó
comprobando”, relató. “Hoy tenemos certeza de que
lo que dijo tiene una vigencia atroz y que hay que seguir luchando para
que su experiencia se difunda porque es uno más de los tantos
muertos por los agroquímicos en Argentina”, añadió
la periodista.
Uno
de los discursos más recordados de Tomasi lo dio en la Universidad
de Rosario. Ante médicos y estudiantes, les pidió que
miraran lo que les pasaba a las personas más allá de lo
que decían las empresas. Sus palabras finales fueron las siguientes:
Háganme
la gauchada de ayudar a las personas afectadas y no quedarse nada más
que en darle remedios, sino en tratar de buscar la manera de enseñarles
qué es lo que les pasó. Ya gran parte de la sociedad nos
ha dejado solos, y digo solos refiriéndome a la cantidad de gente
que al saber que venía me pidieron que hablara de ellos. Muchos
de ellos, con nietos ya fallecidos. ¿Qué podemos decir
de esa crueldad? ¿Cómo podemos quedar tan tranquilos con
esta tremenda pasividad de dejar fallecer a una criatura, de ver sufrir
como yo he visto o muchos que aquí han visto sin siquiera acercarse
a los familiares, a decirles ‘esto puede ser por motivo de tal
o cual cosa’? Si no nos despertamos de esto, no hay futuro. Yo
les puedo asegurar que no hay futuro.
Juan
Parrilla
jparrilla@infobae.com
Enlaces
relacionados
http://www.laizquierdadiario.com/Murio-Fabian-Tomasi-simbolo-de-la-lucha-contra-los-agrotoxicos
https://www.bioguia.com/notas/la-historia-de-un-hombre-que-fumigaba-con-agrotoxicos