Documento presentado por RAP-AL Uruguay en el 1º Foro Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sustentable - Colonia 8 y 9 de setiembre, 2007

El modelo productivo imperante en nuestro país es funcional a un sistema económico cuyo motor es la búsqueda del lucro privado. Profundiza los procesos de exclusión social, compromete la preservación y la disponibilidad futura de los recursos naturales y no responde a las necesidades de desarrollo individual y colectivo –entendidos en sentido amplio- de sus habitantes.

La socialización de las consecuencias de la actividad privada sobre los recursos naturales no tiene una contraparte en la socialización de los beneficios económicos que son apropiados por las empresas. Nuestros ecosistemas –marítimos, fluviales, praderas, montes- albergan una gran diversidad de recursos que son patrimonio de la sociedad en su conjunto. Los emprendimientos privados, librados a su propia lógica, son incapaces de asegurar una distribución justa de esa riqueza. Cuando las empresas transnacionales se convierten en las propietarias de nuestros territorios y recursos productivos aumenta la injusticia distributiva y se pierde soberanía. Actualmente el 25% del territorio nacional cultivado es propiedad de extranjeros. Procesos similares de concentración y dependencia se dan en muchas otras esferas de la vida del país.

Entendemos que es el Estado quien debe asegurar el uso de los recursos naturales en función del interés colectivo, mediante –entre otras cosas- una verdadera Política de Ordenamiento Territorial. No entendemos el Ordenamiento Territorial como una mera compartimentación del territorio en áreas “degradables”, “museos vivientes” y vías de transporte para el comercio transnacional, sino como objeto de Políticas de planificación y estímulo a modos de producción sustentables de por sí que eventualmente se plasmen en leyes.

Si bien debe nutrirse de saberes técnicos y académicos, la planificación de ese ordenamiento responde sobre todo a definiciones políticas. Creemos que este foro es una excelente oportunidad para la reflexión colectiva en torno a los principios que deben guiar el uso de los recursos naturales en función del interés colectivo. Las posibilidades de avanzar en la construcción de una sociedad que responda a las necesidades de desarrollo individual y colectivo pasa también por asumir Políticas de Ordenamiento Territorial que tengan ese fin.

Hacemos hincapié en el carácter colectivo que debe tener la elaboración en las Políticas de Ordenamiento Territorial, no solamente porque sus implicaciones ameriten un proceso democrático, sino también porque los factores y procesos a tener en cuenta son tantos que difícilmente se pueda abordar la temática sin una diversidad de perspectivas y experiencias.

RAP-AL Uruguay, como organización que trabaja por la eliminación del uso de agrotóxicos (*) entiende que el mismo es indisociable de un modo de producción basado en el monocultivo a gran escala. No puede haber producción sustentable si hay uso de agrotóxicos y no puede haber monocultivos sin hacer uso de los mismos. A ese uso indisociable de agrotóxicos se deben añadir otras características que hacen al monocultivo a gran escala un modo de producción incompatible con la sustentabilidad. En ese sentido podemos señalar: el aumento del control sobre la producción mundial de alimentos por parte de las grandes transnacionales semilleras, la pérdida de soberanía alimentaria de los pueblos y la destrucción de los mecanismos de control biológico que sustentan la biodiversidad. Generalmente también aceleran procesos de latifundización y extranjerización de la tierra.

A estos factores, que socavan cualquier intento de avanzar por el camino de la sustentabilidad se le agregan, la expansión del uso de cultivos genéticamente manipulados (**) y la apuesta a la producción de agrocombustibles (***)


Los cultivos genéticamente manipulados además de implicar todos los riesgos intrínsecos a cualquier monocultivo, acarrean otros propios de su carácter. Son prácticamente imposibles de prever los efectos de la abrupta y masiva aparición de organismos portadores de características genéticas ajenas a su naturaleza en el equilibrio dinámico que sustenta todo ecosistema, así como los efectos sobre la salud humana de su consumo masivo directo o indirecto.

Por el apuntalamiento de un modelo basado en grandes monocultivos, el uso indisociable de agrotóxicos, y la generación inevitable de contaminación genética y “supermalezas”, esta tecnología, en manos de las grandes transnacionales de los agronegocios, socava las propias bases de la biodiversidad, patrimonio de todos y cada uno de los habitantes del planeta y verdadera salvaguarda de una real sustentabilidad.

Los agrocombustibles son una nueva apuesta de la industria. Su avance enfrenta objeciones de todo tipo desde puntos de vista sociales, económicos y ambientales. Uno de los peligros intrínsecos a esta nueva “solución” que nos propone la industria, es que viene de la mano de la expansión de los monocultivos, en particular transgénicos. Nuevamente, nos encontramos frente a un proceso que potencia todos los riesgos del monocultivo y abona el terreno para nuevas y más profundas formas de dependencia.

Entendemos que frente a la consolidación de este modelo de producción basado en el monocultivo, un camino posible es la apuesta a la agricultura agroecológica – orgánica. Un modo de producción que, por definición, se ajusta a la escala humana, hace un uso sustentable de los recursos naturales y escapa a diversas formas de dependencia (económica, tecnológica, cultural). Un modo de producción que no entra en contradicción y que por el contrario puede apuntalar un modelo de desarrollo que realmente busque responder a las necesidades de desarrollo individual y colectivo del ser humano.

(*) Según datos oficiales, entre 1999 y 2005 se triplicó la importación de herbicidas y se duplicó la de insecticidas y funguicidas.

(* *) Los Cultivos Genéticamente Manipulados no son solamente los cultivos transgénicos. Caen también dentro de esta categoría cultivos manipulados con “técnicas modernas de mejoramiento vegetal” .

(***) En países como Uruguay, que están apostando fuerte a la producción de agrocombustibles pero que aun no se han abierto del todo a los transgénicos, los sistemas “Clearfield” (no transgénicos pero si genéticamente manipulados) vienen “como anillo al dedo”.