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26 de febrero
del 2004
Los transgénicos
en el mundo - José Santamarta, Director de World Watch
worlwatch@nodo50.org - http://www.nodo50.org/worldwatch
Qué
Los cultivos
transgénicos están muy concentrados en apenas 6 países,
en unos pocos cultivos y en unas pocas características. Aunque
hay muchas plantas transgénicas, sólo unas pocas se
cultivan. La soja transgénica, con 41,4 millones de hectáreas
en 2003, representó el 61% del área transgénica
mundial; el maíz, con 15,5 millones de hectáreas, el
23%. El resto corresponde al algodón, con 7,2 millones de hectáreas
y el 11% del total mundial, y a la colza, con 3,6 millones de hectáreas
y el 5% del total mundial.
En el año
2003 el 55% de los 76 millones de hectáreas de soja cultivadas
en el mundo correspondió a la soja transgénica, el 21%
de los 34 millones de hectáreas cultivadas de algodón,
el 16% de la colza de los 22 millones de hectáreas cultivadas
en el mundo, y el 11% de los 140 millones de hectáreas de maíz
cultivadas en el mundo correspondió al maíz transgénico.
Si se suman los cuatro cultivos citados, el 25% de los 272 millones
de hectáreas correspondió a los cultivos transgénicos.
Quién
Monsanto
tiene el 80% del mercado de las plantas transgénicas, seguida
por Aventis con el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%, BASF con
el 5% y DuPont con el 3%. Estas empresas también producen el
60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
Cómo
La práctica
totalidad de los cultivos transgénicos han sido manipulados
para reemplazar a sustancias químicas de amplio uso, sobre
todo insecticidas (Bacillus thuringiensis) y herbicidas (glifosato
o glufosinato, fabricados también por las mismas empresas que
venden las semillas). La mayoría de las plantas transgénicas
incorporan un gen de resistencia a los antibióticos (gen marcador).
Cerca del 18% por ciento de los cultivos transgénicos mundiales
son variedades Bt (Bacillus thuringiensis), sobre todo de maíz
(9,1 millones de hectáreas, 13% del total mundial en 2003),
manipuladas para producir una toxina contra los insectos (12,2 millones
de hectáreas en total), y el 73% son cultivos transgénicos
de soja (41,4 millones de hectáreas, 61%), maíz, colza
y algodón diseñados para resistir a herbicidas como
el glifosato o el glufosinato (67,7 millones de hectáreas).
El resto llevan ambas características, Bt y resistencia al
glifosato.
Dónde
Estados
Unidos (63%), Argentina (21%), Canadá (6%), China (4%), Brasil
(4%) y Suráfrica (1%) representan el 99% de la superficie plantada
con transgénicos en 2003, aunque en el resto del mundo, afortunadamente,
no pasan de ocupar un lugar marginal. No obstante, ha aumentado el
número de países con cultivos transgénicos, 6
en 1996, 9 en 1998, 13 en 2001, y 18 en 2003. Los transgénicos
se cultivan en 7 países industrializados (Estados Unidos, Canadá,
Australia, España, Alemania, Rumania y Bulgaria) y en 11 países
en desarrollo (Argentina, China, Suráfrica, México,
Indonesia, Brasil, India, Uruguay, Colombia, Honduras y Filipinas).
El ISAAA
prevé que en los próximos cinco años 10 millones
de agricultores de 25 países sembrarán 100 millones
de hectáreas de cultivos transgénicos, y el valor del
mercado mundial de transgénicos pasará de los actuales
4.500 millones de dólares de este año a 5.000 millones
en el año 2005.
Estados
Unidos sembró 42,8 millones de hectáreas con cultivos
transgénicos, un 10% más que en 2002, representando
el 63% del total mundial (básicamente maíz Bt y soja
tolerante a herbicidas). Argentina plantó 13,9 millones de
hectáreas, un 3% más que en 2002 y un 21% del total
mundial (maíz Bt, y casi el 100% de la superficie de soja).
Canadá cultivó 4,4 millones de hectáreas, el
6% del total mundial y un 26% más que en 2002 (colza, maíz
Bt y soja tolerante a herbicidas).
Brasil,
que en 2003 sembró soja transgénica legalmente por primera
vez (ya se importaban semillas de soja transgénica de contrabando,
procedentes de Argentina), a pesar de las promesas electorales del
presidente Lula y de la oposición de buena parte del PT, plantó
3 millones de hectáreas, un 4% del total mundial (en su totalidad
soja resistente al herbicida glifosato, que vende Monsanto, al igual
que las semillas transgénicas).
China plantó
2,8 millones de hectáreas de algodón transgénico
(58% del cultivo nacional de algodón), con un aumento del 33%
respecto a 2002 y el 4% del total mundial. Suráfrica sembró
400.000 hectáreas, un 33% más que en 2002 y un 1% del
total mundial (maíz Bt, algodón y soja). En Australia
disminuyó la superficie cultivada, que fue de sólo 100.000
hectáreas de algodón transgénico. India plantó
algodón Bt por segundo año, llegando a 100.000 hectáreas
en 2003. Uruguay plantó 60.000 hectáreas de soja y maíz
Bt, y Rumania sembró 70.000 hectáreas de soja transgénica.
España
siguió siendo el único país de la Unión
Europea que sembró una superficie importante con cultivos transgénicos,
32.000 hectáreas de maíz Bt, con un aumento del 33%
respecto a 2002, aunque deberá dejar de cultivarlo, por la
utilización de antibióticos, que inducen a resistencias,
tras la resolución del Parlamento Europeo. En el resto de Europa,
Alemania sembró una pequeña superficie con maíz
Bt, y Bulgaria siguió cultivando unos pocos miles de hectáreas
de maíz tolerante a herbicidas.
Filipinas
sembró por primera vez cultivos transgénicos en 2003,
unas 20.000 hectáreas de maíz Bt. En Indonesia los agricultores
sembraron una pequeña superficie con algodón Bt en Sulawesi.
Colombia aumentó las plantaciones de maíz Bt hasta unas
5.000 hectáreas, y Honduras plantó 2.000 hectáreas
de maíz Bt en 2003 (500 hectáreas en 2002). México
cultivó 25.000 hectáreas de maíz Bt y 10.000
hectáreas de soja tolerante al herbicida glifosato.
Cuándo
La progresión
ha sido espectacular, desde el primer cultivo transgénico de
tabaco en 1992 en China, y las primeras plantaciones comerciales en
Estados Unidos en 1994. En 1995 se cultivaron apenas 200.000 hectáreas,
en 1996 se pasó a 1,7 millones de hectáreas, en 1997
a 11 millones, en 1998 se cultivaron 27,8 millones, en 1999 se plantaron
39,9 millones, 43 millones en 2000, 52,6 millones en 2001, 58,7 millones
en 2002 y en el año 2003 se alcanzaron los 67,7 millones de
hectáreas, con un crecimiento mundial del 15% (11% en los países
industrializados respecto a 2002 y un 28% de aumento en los países
en desarrollo).
Cuánto
En 1983
se creó la primera planta transgénica, y en 20 años
los cultivos transgénicos, impulsados por unas pocas multinacionales,
pasaron de la nada a más de 67,7 millones de hectáreas
en el año 2003, sin que aún se conozcan sus consecuencias
sobre la salud y el medio ambiente, y en contradicción con
el más elemental principio de precaución. Según
el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones
Agrobiotecnológicas (ISAAA), el área mundial de cultivos
transgénicos se multiplicó por 40 desde 1996.
Por qué
Las plantas
transgénicas son mayoritariamente resistentes a los herbicidas,
y se venden formando parte de un "paquete de tecnología"
que incluye la semilla transgénica y el herbicida al que es
resistente. Los dos productos principales son actualmente el "Roundup
Ready" de Monsanto que tolera su herbicida "Roundup"
(glifosato), y el "Liberty Link" de AgrEvo que tolera su
herbicida "Liberty" (glufosinato).
Puede parecer
contradictorio y demagógico, pero un objetivo declarado de
tales plantas transgénicas es reducir el uso de herbicidas.
Al diseñar cultivos tolerantes a niveles muy altos de exposición
a un herbicida (que es un producto químico tóxico para
la mayoría de las plantas), las empresas ofrecen a los agricultores
la opción de usar potentes aplicaciones de herbicidas en la
estación de crecimiento, en lugar de la práctica normal
que requiere una serie de aplicaciones de varios compuestos diferentes.
A pesar de lo que pregonan las empresas fabricantes, en la práctica
aumenta la cantidad de herbicidas aplicados, al no afectar a las plantas
cultivadas, pero su simplicidad facilita el trabajo de muchos agricultores.
Otro beneficio
potencial pregonado por Monsanto es que pueden permitir "el mínimo
laboreo", las técnicas de cultivo que reducen la necesidad
de arar o incluso lo eliminan completamente. Una de las razones para
arar es eliminar las malas hierbas, pero al dejar la tierra desnuda,
el arado agrava la erosión del suelo fértil.
Las plantas
transgénicas resistentes a los herbicidas, al igual que los
cultivos Bt, son una extensión del modelo actual basado en
los plaguicidas. Pueden permitir una reducción del uso de los
herbicidas a corto plazo, pero su adopción generalizada promoverá
la dependencia de los herbicidas. En muchas partes del mundo en desarrollo,
donde hoy apenas se usan herbicidas, el hábito de su uso podría
agravar la crisis ambiental: los herbicidas son tóxicos para
muchos organismos del suelo, contaminan las aguas subterráneas
y pueden tener efectos a largo plazo en las personas y en la fauna.
Y, por supuesto, la resistencia aparecerá, pues se favorece
la dependencia de unos pocos herbicidas de amplio espectro (glifosato
y glufosinato), por lo que la resistencia se desarrollará más
rápidamente, y la agricultura será más vulnerable.
En EE UU el uso generalizado de Roundup (glifosato) en la soja Roundup
Ready ha promovido varias especies de malas hierbas resistentes a
ese herbicida.
El Bacillus
thuringiensis (Bt) transgénico reemplaza a un insecticida,
que antes se rociaba sobre las plantas, por otro dentro de la misma
planta. La resistencia de las plagas al Bt podría aparecer
en pocos años, afectando no sólo a los cultivos transgénicos,
dado que el Bt también se usa en los cultivos convencionales.
Los agricultores verán cómo uno de los plaguicidas más
benigno ambientalmente dejará de ser útil. Los cultivos
Bt son un retroceso a los peores días del empleo masivo de
plaguicidas químicos, cuando se animaba a que los agricultores
rociaran sus campos con plaguicidas cuya toxicidad no tardó
en aparecer. El Bt está programado para atacar a la plaga durante
todo el periodo de crecimiento de la planta, aumentando la probabilidad
de resistencia, al aumentar al máximo la exposición.
En 1997,
un año después de su primera plantación comercial
en Canadá, un agricultor informó, y las pruebas de ADN
confirmaron, que la colza Roundup Ready se había propagado,
por polinización, a una especie silvestre cercana, que crecía
en los márgenes del sembrado, produciendo una mala hierba con
resistencia al herbicida. El gen con resistencia al herbicida había
"escapado." Había aparecido una grave contaminación,
la genética, al abrir la caja de Pandora transgénica.
Si un cultivo
transgénico es capaz de reproducirse sexualmente (y generalmente
lo es), la fuga de "transgenes" es inevitable, lo que puede
tener graves consecuencias en las zonas de gran diversidad agrícola.
El algodón de Monsanto, mezcla de Roundup Ready y Bt, está
en el mercado desde hace varios años. En el futuro podría
difundir una amplia variedad de potentes genes en la naturaleza.
Todas las
semillas transgénicas están patentadas. Hasta ahora
los agricultores podían comprar las semillas, incluso las patentadas,
y podían usarlas posteriormente en sus propios cultivos e incluso
cambiarlas por otras semillas. Pero con las nuevas leyes de patentes,
todas esas actividades son ilegales; el comprador paga por usar una
sola vez el germoplasma.
El derecho
a poseer genes es un fenómeno nuevo en la historia mundial
y sus efectos en la agricultura, y en la vida en general, todavía
es muy incierto. Las multinacionales argumentan que la propiedad intelectual
es esencial para que prospere su industria. Para otros se trata de
un nuevo neofeudalismo, que convierte a los agricultores en los nuevos
siervos de las multinacionales, que les venden semillas y plaguicidas
y les compran la producción a muy bajos precios, sin dejarles
ni oficio ni beneficio, con el único consuelo de la propiedad
formal sobre la tierra que cultivan. En la práctica, una especie
de franquicia de Monsanto. Las multinacionales de las semillas transgénicas
han iniciado una nueva era, cuyo fin es controlar la industria más
importante y básica (todos comemos todos los días, y
la mayoría tres veces), una industria que factura más
de 2 billones de dólares, la industria alimentaria.
Las patentes
son un ingrediente importante en la expansión de la industria.
Las ventas globales de plantas transgénicas crecieron de 75
millones de dólares en 1995 a 4.500 millones en 2003. Se espera
que las ventas alcancen los 5.000 millones en 2005 y 25.000 millones
en el año 2010.
Las patentes
dan a las multinacionales un enorme poder sobre los agricultores.
Para defender sus derechos sobre las patentes, las cuatro o cinco
multinacionales del sector exigen a los agricultores que firmen "contratos
de semillas", un fenómeno totalmente nuevo en la agricultura.
Los contratos pueden estipular qué marca de plaguicidas debe
usar el agricultor, una especie de mercado cautivo para algunos herbicidas
en estos "paquetes tecnológicos."
La lucha
para reforzar las patentes no se detendrá con este tipo de
contratos. La llamada "tecnología de protección
de los genes", popularmente denominada "terminator",
puede hacer que los contratos sobre las semillas sean una realidad
biológica, al igual que los actuales desarrollos tecnológicos.
La tecnología terminator o similares (traitor) impiden que
las semillas recolectadas vuelvan a germinar. La tecnología
terminator aumentará la uniformidad de los cultivos al restringir
la práctica de guardar y cruzar semillas de un año para
otro por los agricultores.
Y en cuanto
al potencial de la biotecnología para alimentar a la población
mundial, las tendencias actuales no son muy alentadoras. El problema
del hambre, que afecta según la FAO a 842 millones de personas,
es un problema de distribución y de desigualdades, y no de
falta de alimentos, que sobran. Las plantas transgénicas están
hechas para dar beneficios a las 4 multinacionales que las fabrican,
y no para alimentar a los pobres del mundo. Pretender adornar con
el supuesto altruismo de alimentar a los hambrientos lo que es una
apropiación y un oligopolio sobre la alimentación, es
uno de los mayores escarnios contemporáneos.
La agricultura
ecológica, con mezcla de cultivos, sin empleo de herbicidas
y otros plaguicidas ni abonos químicos, con mezcla de ganado
y cultivos de leguminosas, permite obtener mejores resultados a largo
plazo, y es el nuevo paradigma agrícola de la sostenibilidad,
muy diferente al enfoque tecnocrático que hoy domina el pensamiento.
El rechazo
de los consumidores y de los fabricantes y grandes comercializadores
de alimentos en Europa ha reducido el consumo de los alimentos transgénicos.
Las exportaciones estadounidenses de soja y maíz a la Unión
Europea han caído estrepitosamente.
Los consumidores
podemos y debemos rechazar los transgénicos, por razones de
salud (alergias, resistencia a los antibióticos), de la calidad
de los alimentos, de los riesgos ambientales (contaminación
genética, pérdida de biodiversidad, resistencias) y
de los riesgos económicos y políticos que se derivarían
de poner nuestra alimentación en manos de cinco grandes multinacionales.
El rápido
lanzamiento de los cultivos transgénicos es muy parecido al
del DDT y a las centrales nucleares, hoy en crisis. La combinación
de oposición pública y crisis financiera forzó
a la paralización del desarrollo de estas tecnologías,
después de que sus efectos en el medio ambiente y en la salud
humana demostraran ser más complejos, difusos y duraderos que
las promesas que acompañaron a su rápida comercialización.
En un esfuerzo para evitar este mismo ciclo con la introducción
de cada nueva tecnología "revolucionaria", se ha
propuesto la adopción del principio de precaución, al
que se oponen las multinacionales citadas.
La transición
a una agricultura y ganadería ecológica es una necesidad
imperiosa, y así empiezan a entenderlo los consumidores y los
propios agricultores. En 2002 la agricultura ecológica certificada
se extendió por 23 millones de hectáreas, aunque una
cantidad muy superior no etiquetada se cultivó sin agroquímicos
ni transgénicos.
Los transgénicos
tendrán consecuencias mucho más graves y prolongadas
que los plaguicidas tóxicos, y suponen el último eslabón
de un modelo insostenible, que empobrece a los agricultores y perjudica
a los consumidores, beneficiando sólo a unas pocas empresas
multinacionales, con un enorme poder de manipulación e influencia
sobre algunos gobiernos, como el de Estados Unidos, que a su vez presionan
a la Unión Europea y a otros países donde el rechazo
a los transgénicos es cada vez mayor.
Referencias
www.isaaa.org
http://www.grain.org/
http://www.biodiversidadla.org/
http://www.etcgroup.org/
http://www.ecoportal.net/
http://www.tierra.org/transgenicos/transgenicos.htm
http://www.vidasana.org/