Adiós
a la plata líquida
El impacto
nocivo del mercurio en la salud genera consenso para la reducción
del uso de este metal. Aunque está en termómetros y luces,
en Uruguay el 82% de la liberación de este tóxico proviene
de la única industria de cloro-soda, que fue intimada a modificar
la tecnología.
Un niño juega con las pelotitas imantadas que cayeron al suelo
cuando se rompió un termómetro de vidrio. Un veterano
sale con una amalgama color plata cuando termina la consulta con un
dentista. Un obrero transporta una garrafa con cloro que servirá
para potabilizar el agua. Y un municipal sustituye una de las viejas
lámparas de la ciudad que dejó de funcionar. Cualquiera
de ellas parecen actividades inofensivas y hasta cotidianas, pero hoy
constituyen un serio riesgo. El mercurio, ese químico conocido
como plata líquida y que está presente en productos y
procesos industriales, tiene los días contados. Su contacto con
la piel o inhalación, porque se volatiliza a temperatura ambiente,
es nocivo para el sistema nervioso central.
El riesgo
potencial llevó a que la Dirección Nacional de Medio Ambiente
(Dinama) clausurase un área de tres hectáreas, en Ciudad
del Plata, por la concentración de mercurio "en valores
superiores a los normales". Se trata de un viejo espacio de almacenamiento
de Efice, la centenaria fábrica uruguaya de cloro-soda. Aunque
la empresa aclara que este espacio está en desuso, arrastra los
vestigios de un modelo productivo menos cuidadoso. De hecho, la planta
contaba con un tubo subterráneo que pasaba por debajo de la vieja
Ruta 1 y que vertía los residuos al río. Esa zona es,
además, parte de una franja de humedales que desde febrero de
2015 está bajo protección especial.
La industria
de cloro-soda libera el 82% del mercurio que, se estima, circula en
Uruguay. Para separar el cloro de la soda cáustica, dos productos
que son materia prima de artículos de limpieza y de la industria
alimenticia, se necesita de un choque eléctrico. La forma tradicional
para esa reacción consiste en usar mercurio, que cumple la función
de un polo negativo (cátodo). Por esto Efice compra unos 2.500
kilos del metal líquido que se traen desde México y que
duran "un par de años", lo acumula en celdas herméticas
y lo va usando a demanda. Al menos hasta ahora, porque en setiembre
del año pasado la Dinama intimó a la empresa a que dé
por finalizado este sistema productivo y se ciña a las nuevas
tecnologías.
Según
Alejandro Infanzón, gerente de operativa de la compañía,
ya estaba previsto un cambio de tecnología y un megaproyecto
de US$ 300 millones, convirtiéndose en el emprendimiento privado
más ambicioso de capitales uruguayos. Y como prueba de su preocupación
por el posible impacto del mercurio, dice, la empresa realizó
diversos análisis de orina a sus trabajadores y no se encontraron
niveles "significativos" del metal.
Aún
no existen estudios que midan el impacto del mercurio en la población
uruguaya en general, sobre todo en las embarazadas y recién nacidos,
que son la población más vulnerable. Sí hay un
proyecto en marcha con parte de los usuarios de ASSE, cuyos primeros
resultados estarán dentro de un año.
La falta
de exámenes rigurosos, también a nivel ambiental, es una
de las quejas del biólogo Javier García Alonso. Según
este investigador del Centro Universitario de la Región Este
(CURE), en las playas de Montevideo hay 60 veces más presencia
de mercurio que en el resto de la costa, sin embargo la intendencia
capitalina "no tiene registros similares porque analiza el agua
y no los sedimentos". García Alonso explica que "las
propias estufas en que se buscan agentes contaminantes hacen que el
mercurio se volatilice y sea indetectable".
Para García
Alonso "es imposible" saber si Uruguay está mejor o
peor en esta materia, sencillamente "porque no hay registros".
Del mismo modo, señala que los pescados contaminados con mercurio
en 2013, y que causaron "alarma" en el mercado de Estados
Unidos, "probablemente fueron pescados a miles de kilómetros
de la costa uruguaya".
El
consenso
Cada vez
que surge un debate sobre el efecto contaminante de un químico,
los discursos se polarizan aunque no haya una verdad científica
absoluta. Pero en el caso del mercurio el consenso reina. Ya hace cuatro
años que se firmó un acuerdo internacional en que se insta
a los países a eliminar la explotación primaria de este
metal y una progresiva reducción del producto circulante. Lleva
el nombre de Convenio de Minamata, en referencia a la localidad japonesa
que había sido contaminada por mercurio y que se había
constituido en la "peor contaminación" tras la Segunda
Guerra Mundial.
Uruguay fue
uno de los promotores del acuerdo, liderado por el hoy embajador en
China Fernando Lugris, y fue el segundo miembro en ratificar el texto.
Esa ley, ya vigente, establece una agenda de cambios que, para 2020,
promete eliminar "por lo menos 3.302 kilos de mercurio", señala
el plan de trabajo oficial.
La movida
comenzó con la sustitución de algunos productos que usaban
mercurio, pero cuyas alternativas ya están avaladas y no son
costosas. El ejemplo más práctico es la sustitución
de termómetros de mercurio por los digitales. Estos últimos
"incluso duran más porque solo hay que cambiarles las pilas
cada uno o dos años", dice el ingeniero Martín Benzo.
Históricamente, el mercurio ha sido uno de los elementos más
usados para equipos de medición. Es un metal líquido sensible
a los cambios de presión y temperatura. Cuando se comprime o
dilata es reflejo de un cambio que rápidamente puede ser interpretado
por el humano. Otro cambio sencillo, aunque más lento y costoso,
es la sustitución de las lámparas de mercurio que tienen
una vida útil de 7.000 horas y que eran el 45% de la luminaria
de Montevideo en 2015.
Una preocupación
de la ambientalista María Isabel Cárcamo es que se siga
usando las amalgamas dentales de mercurio. Si bien está habiendo
un cambio "por razones estéticas", Cárcamo advierte
que en "salud pública" se sigue con este material que
implica el 15% de las emisiones de mercurio en el país. Por eso
insiste en que el verdadero cambio "debe darse en todos los sectores,
porque todo influye".
Tomer
Urwucz
25 febrero
2017