Lámparas “eficientes” de UTE: “a todas luces” contaminantes

En agosto de 2008 la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE) lanzó el plan de distribución de lámparas de bajo consumo, que comenzó con la distribución de dos lámparas a cada usuario en el plan llamado "a todas luces". El sistema consistió en presentar el cupón de canje que fue distribuido junto con el recibo del consumo mensual, acompañado de documento de identidad y dos lámparas incandescentes (comunes) que estuviesen funcionando. De esta manera, muchas personas recibieron a cambio dos lámparas “eficientes”.

El objetivo de la sustitución de estas lámparas por parte de UTE es la reducción de energía, que se estima en un 2% al 3% anual.

¿Qué tienen estas lámparas?

En toda su campaña publicitaria, la UTE olvidó mencionar que uno de los materiales con los que estas lámparas están hechas es mercurio y tampoco se previno qué se iba a hacer con este componente una vez que las nuevas lámparas de rompieran.

El tema es sumamente importante, ya que el mercurio es un contaminante altamente tóxico, que se acumula en la cadena alimentaria y que puede viajar grandes distancias mediante corrientes de viento y agua y en los cuerpos de las especies migratorias. Como resultado de esto, puede causar daños a la salud humana y al medio ambiente en lugares considerablemente lejanos de donde fue originalmente depositado.

Una vez que el mercurio entra en los ecosistemas acuáticos, una serie de microorganismos lo transforman en una forma de mercurio altamente tóxica denominada metilmercurio que se acumula y bio-magnifica en peces, mariscos u otros seres vivos y finalmente termina en los humanos. Los niveles de metilmercurio en algunos peces pueden llegar a un millón de veces más que los niveles presentes en el agua circundante.

La exposición a dosis bajas de mercurio y particularmente al metilmercurio daña seriamente la salud humana y al medio ambiente. El metilmercurio se bio-acumula, pasa a través de la placenta y aparece en la leche materna, interfiere en el desarrollo de las funciones cerebrales de un menor y crea déficit en las habilidades de lenguaje, memoria, atención, habilidades motoras y visuales.

UTE y Salud Pública: en direcciones opuestas

Los problemas vinculados al mercurio son bien conocidos a nivel del Ministerio de Salud Pública. En ese sentido, llama la atención que al mismo tiempo que UTE promociona el uso de lámparas que contienen mercurio, el Ministerio de Salud Pública lanza una campaña para erradicar el termómetro tradicional de mercurio y para sustituirlo por termómetros digitales. El argumento que se dio por parte de las autoridades del MSP fue que se había comprobado que el mercurio produce efectos nocivos a nivel neurológico.

Cabe destacar que no en todos los hogares hay un termómetro, pero sí que en todos los hogares -por más carenciados que sean- se utilizan al menos dos lámparas y que si éstas son de “bajo consumo” la contaminación de mercurio estará asegurada al cumplir su ciclo de vida. Es decir, que el balance en materia de presencia de mercurio entre la acción del MSP de retirar los viejos termómetros y de UTE de difundir las lámparas de “bajo consumo” resulta en un aumento de la cantidad total de mercurio presente en el ambiente.

En conclusión, erradicar el termómetro tradicional de mercurio para sustituirlo por el digital es un avance, pero promocionar las lámparas “eficientes” que contienen mercurio, es una incoherencia total.

Las nuevas lámparas no solo contaminan sino que su ahorro de energía es dudoso

Las lámparas de bajo consumo no duran el tiempo que se ha dicho: 6 años. Después de varias consultas realizadas a distintos consumidores, estos han experimentado que se han roto en el correr de unos meses y no de años como lo dice la propaganda. Es decir, que la contaminación resultante de la liberación del mercurio es varias veces superior a la que hubiera sido si duraran el tiempo que se dijo que durarían.

Pero además, cuando se habla de ahorro de energía también debemos de tomar en cuenta la energía utilizada para elaborar el material usado en su fabricación. El peso de una lámpara común de 100 watt es de 60 gramos, en tanto que una lámpara de “bajo consumo” de 100 watt es de 110 gramos. O sea, que en la elaboración de estas últimas ha habido un uso mayor de energía para producir un 54% más de material.

También hay diferencias en materia de envoltorio. Las lámparas comunes vienen en un envoltorio que pesa 30 gramos, en tanto que en las de “bajo consumo” el mismo pesa 50 gramos. La razón de esto es porque vienen con una protección de cartón adentro de la caja que las contiene. El envoltorio de la lámpara de “bajo consumo” utiliza un 40 % más de cartón que la lámpara común y para producir este cartón también se necesitó energía, que también debe ser agregada a la lámpara.

En lo referente al transporte también hay diferencias significativas, ya que las lámparas comunes que se venden en nuestro país son básicamente fabricadas en Argentina o Brasil, mientras que las de “bajo consumo” son importadas de China. La energía necesaria para transportar las lámparas a nuestro país desde China es obviamente muy superior a la que se necesita para traerlas desde países vecinos.

Remedio peor que la enfermedad

Ya sea por razones puramente económicas o por conciencia ambiental, es claro que el consumidor está interesado en el ahorro de energía. Lamentablemente, la información difundida sobre el plan "a todas luces” no ha “iluminado” a los consumidores acerca de la contaminación con mercurio que dejarán las miles de lamparitas que ya están siendo volcadas en los distintos basureros en nuestro país, contaminando no solo a la población actual sino comprometiendo además la salud y el ambiente de las futuras generaciones.

En este caso, la medida adoptada por la UTE para resolver un problema –el consumo de energía- no tuvo en cuenta los impactos sociales y ambientales del tipo de lamparitas que decidió promover. Si se hubiese hecho una evaluación completa sobre el impacto de estas lámparas -liberación del mercurio al ambiente y gasto de energía en su producción y transporte- se hubiera concluido que el remedio era peor que la enfermedad.

Organismos internaciones y ONGs, tanto a nivel internacional como nacional, trabajan por la eliminación del mercurio. Sin embargo, la misma solo será posible si se toman medidas para prohibir su uso en los distintos elementos que lo contienen, en este caso las lámparas “eficientes”.

A nivel internacional y nacional, la solución frente a esta sustancia probablemente se encontrará incorporándola a la lista de sustancias a eliminar en el Convenio de Estocolmo. Las negociaciones seguramente llevarán largos años y mucha energía, mientras las empresas continúan su fabricación y el planeta se sigue contaminando. ¿No sería más sencillo prohibir su uso?

María Isabel Cárcamo

Julio 2009