COP25:
si no hubiera sido un fracaso
La COP 25 sobre cambio climático, que se acaba de realizar en
Madrid, España, fue toda una metáfora de la actitud de
gobiernos y empresas frente a la devastación ambiental y social
que provocan: nada detendrá sus negocios, ni aunque estén
aserrando la rama del árbol donde están sentados.
Pese a la abundancia de evidencia sobre el desastre climático
y a las multitudinarias protestas por todo el mundo, la vigesimoquinta
conferencia del Convenio de Cambio Climático de Naciones Unidas
(COP25) mostró al mundo nulos resultados para parar el cambio
climático. Eso es gravísimo, pero podría haber
sido aún peor.
Podrían
además haberse puesto de acuerdo –bajo la presidencia de
un gobierno brutalmente represor y criminal como el de Chile–
en cómo establecer un nuevo mecanismo global de mercados de carbono,
que empeorará todo aún más. Podrían haber
creado nuevas formas para seguir vendiendo aire con grandes lucros para
las empresas contaminantes que han causado la catástrofe y para
convertir cada pedacito de la naturaleza en una nueva mercancía,
e incluir por ejemplo océanos y suelos agrícolas, algo
que aún no han logrado meter en esos mercados. Podrían
haber también sentado las bases para que en lugar de acciones
reales para detener el cambio climático se legitimen y legalicen
técnicas de geoingeniería para remover el carbono de la
atmósfera o para bloquear la luz del sol abriendo un negocio
adicional de alto riesgo. Todo estaba en la mesa de negociaciones de
este convenio y se fue a la COP26, que será en noviembre de 2020
en Glasgow, Escocia. El gobierno de Reino Unido ya anunció que
conducirá con mano firme los acuerdos para crear estos nuevos
mercados de carbono.
Según
150 organizaciones de las redes globales de justicia climática,
desde antes de la COP25 estaba claro que los grandes contaminadores,
incluidas las industrias de combustibles fósiles, agricultura,
plantaciones y mercados de carbono, planean
condenar al mundo a un calentamiento catastrófico en los próximos
años. Un informe de la Global Gas and Oil Network, de diciembre
de 2019, analiza los planes de expansión de la industria de combustibles
fósiles (petróleo, gas y carbón) y muestra que
para 2030 sus planes nos llevarían al menos a 50 por ciento por
encima del objetivo del Acuerdo de París de no sobrepasar el
aumento de 2°C y a 120 por ciento más de lo compatible con
el compromiso global de limitar el calentamiento a 1.5°C. La
mayoría de esta expansión provendría de Estados
Unidos y Canadá.
Esta
industria tiene una infraestructura instalada de más de 55 millones
de dólares estadunidenses y reservas por un mínimo de
la mitad de esa suma. Es la industria que recibe más subsidios
públicos: según un cálculo del FMI en 2015, recibía
anualmente 10 mil dólares por minuto. Es claro que esta industria
no va a permitir ningún cambio en sus negocios que no sea para
aumentar sus ganancias. Por ello inventaron los llamados mercados de
carbono, para que los grandes contaminadores puedan pagar a otros que
supuestamente no generan emisiones de gases de efecto invernadero. Esto
generó, a su vez, un exitoso mercado secundario de bonos y créditos
de carbono, con lo que los contaminadores siguieron contaminando y además
lucraron con los mercados de carbono.
El
convenio de cambio climático les dio la coartada legal a través
de secciones del Protocolo de Kyoto y el cínicamente llamado
Mecanismo de Desarrollo Limpio. El Protocolo de Kyoto se cierra en 2020,
luego de haber fracasado estrepitosamente, ya que el calentamiento global
ha empeorado notablemente. El Acuerdo de París (AP), firmado
en 2015, acordó trabajar para mantener la temperatura muy por
debajo de 2°C. Sin embargo, no exige reducciones reales, sino un
equilibrio entre emisiones y sumideros, abriendo así a una nueva
contabilidad en lugar de cambios reales. En su artículo sexto,
el AP prevé que pueden haber transferencias internacionales de
emisiones (un país que emite mucho negocia con otro que no emite
o supuestamente puede absorber carbono), colocando así las bases
para una nueva plataforma de transacciones de mercado. La forma de estas
transacciones es lo que estaba en el núcleo de las negociaciones
que no se concretaron en Madrid.
En
locales aledaños a las salas de negociación las trasnacionales
organizaron numerosos eventos para prefigurar y apropiarse de este incipiente
mercado. Por ejemplo, Chevron, BP, Shell, BHP Billiton y varias forestales
inauguraron la Alianza para los mercados de soluciones climáticas
naturales. Bayer-Monsanto presentó planes para que los suelos
puedan entrar a los mercados de carbono como soluciones basadas en la
naturaleza. Otros presentaron iniciativas de geoingeniería, pese
a que están bajo moratoria o prohibidas por otros convenios de
la ONU.
Dentro
y fuera de las negociaciones, tanto en Madrid como en Santiago de Chile,
hubo continuas protestas populares contra estos atropellos. Centenares
de organizaciones sociales, indígenas, campesinas, sindicales
y ambientalistas se manifestaron contra los mercados de carbono, contra
los nuevos asaltos a la naturaleza y la geoingeniería. Además
del cuestionamiento al sistema que causa el cambio climático,
es en esos pueblos y organizaciones que están las verdaderas
soluciones. En Chile, Madrid o Glasgow no está en su agenda rendirse.
Silvia
Ribeiro
La
Jornada
23
diciembre 2019