¿Cómo
nos envenenan? La seguridad alimentaria en manos de las multinacionales
Abril 2009 -Por Grupo de Estudios
Agroecológicos (GEA)
El 40% de las verduras que consume
un ciudadano europeo contiene restos de pesticidas y aunque en su
mayoría estén por debajo de los límites autorizados,
comienzan a acumularse las pruebas de que pequeñas dosis durante
mucho tiempo pueden ser más perniciosas que altas dosis de
una sola vez
La obesidad ha alcanzado dimensiones de epidemia mundial. Mil setecientos
millones de personas presentan alto riesgo de desarrollar enfermedades
relacionadas con el sobrepeso, como diabetes y enfermedades cardiovasculares(1).
En la Unión Europea se estima que, durante los años
noventa, 290.000 muertes de mayores de 15 años (el 7,7% del
total) estaban relacionadas con el exceso de peso, el 70% por enfermedades
cardiovasculares y el 20% de cáncer.
En el estado español el
14,5% de la población adulta es obesa y el 38,5% tiene sobrepeso.
Entre la población infantil y juvenil (de 2 a 24 años),
el 13,9% son personas obesas y el 26,3% tiene sobrepeso. En el grupo
de edad entre 6 y 12 años, la tasa de obesidad es mayor que
en los adultos (16,1%), habiéndose triplicado en sólo
10 años y siendo de las más elevadas de Europa. Según
la Federación Internacional de Diabetes y la Organización
Mundial de la Salud (OMS), el sobrepeso y la obesidad que padecen
los menores están cada vez más vinculados a la diabetes
tipo 2, considerada diabetes de adulto porque requiere para su aparición
de un exceso de peso permanente.
El crecimiento de la obesidad
y de sus enfermedades derivadas tiene que ver con el sedentarismo
de la vida urbana, pero también con los hábitos alimentarios.
Se trata de sobrealimentación pero también del predominio
de carnes, grasas, sal y azúcar, en detrimento de pan, pescado,
legumbres, frutas y vegetales. Los alimentos frescos y cocinados en
casa se sustituyen progresivamente por alimentos industriales, procesados,
precocinados, con conservantes y aditivos. En la dieta de nuestr@s
niñ@s y jóvenes se abusa de carne, bollería industrial,
alimentos precocinados, patatas fritas, etc., repletos de azúcares
y grasas saturadas que aumentan la palatalidad(2) y eliminan la sensación
de saciedad. Las calorías vacías de elementos nutritivos
y cargadas de azúcar refinado que sustituyen a la leche y otros
alimentos naturales, son la causa de la epidemia de obesidad actual.
Saltarse el desayuno y no ingerir frutas y verduras, al tiempo que
beber refrescos en lugar de agua y comer chucherías, perjudica
la salud.
La OMS recomienda, para una dieta
de 2000 calorías (para un adulto), que la proporción
de azúcar no supere los 30-50 gramos diarios. Sin embargo,
la OMS no informa a la población que una lata de coca-cola
u otros refrescos, contienen 35 gr de azúcar que, por sí
sola, superan la dosis mínima. La Academia Americana de Pediatría
ha alertado del riesgo del consumo de bebidas azucaradas. Un estudio
de la dieta de población escolar en EEUU demostró que
una lata adicional de bebida azucarada incrementaba el riesgo de obesidad
infantil en un 60%. El organismo metaboliza hasta 100 gr de azúcar
en hígado y 200 gr en los músculos. El resto se transforma
en grasa. El aumento de células grasas es difícil de
combatir porque la restricción calórica para eliminar
tales células podría afectar al desarrollo infantil.
Niños, adolescentes y
jóvenes reciben un alud de presiones publicitarias proveniente
de las multinacionales de comida basura, en especial de McDonald y
Coca-cola. Nadie obliga a estas empresas a informar de los peligros
que sus productos ocasionan sobre la salud. Los establecimientos y
las ventas de estas multinacionales no paran de crecer, al mismo tiempo
que la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares de
nuestros niños y niñas.
La globalización
alimentaria causa inseguridad alimentaria: Hambre y comida basura
En la dieta del primer mundo,
se abusa de la ingesta de grasas y carne. Todo ello tiene consecuencias
aquí, pero también allá. Hambre y comida basura
son caras de la misma moneda. La carne que comemos procede de animales
hacinados y alimentados con piensos. Para su engorde rápido
y paliar las consecuencias de una “vida” enferma (inmovilidad
y estrés del ganado estabulado) son atiborrados de antibióticos
y anabolizantes. La industria alimentaria obtiene más rápido,
más kilos de carne y más barata, impulsando una dieta
basada en un alto consumo de proteína animal que nos enferma.
Mientras, la tierra fértil en los países del Sur, se
dedica a la producción de alimentos baratos para el ganado
en lugar de destinarse a producir alimentos vegetales para la propia
población. La consecuencia es la expulsión de los campesinos
e indígenas pobladores de esas tierras, obligados a emigrar
y hacinarse en las megalópolis del sur o del norte, que les
explota como mano de obra barata, negándoles sus derechos humanos
y les expulsa cuando no son necesarios.
La producción cárnica
mundial se ha quintuplicado en 50 años. El rendimiento proteínico
de una hectárea de cereal es 5 veces superior si se destina
directamente para consumo humano que si se emplea en engordar al ganado
que nos proporciona la carne. El crecimiento en el consumo de carne
igualmente acrecienta los problemas de gestión de residuos.
También abusamos del azúcar.
Se nos acostumbra desde pequeñ@s a los dulces, como premio,
medio para entretener el hambre o sustituto de la comida en forma
de golosinas, alimentos procesados o refrescos. Comer azúcar
refinado nos descalcifica, además de ingerir los productos
químicos necesarios para su blanqueado. En países donde
se cultiva la caña de azúcar, se produce una explotación
de las personas y del suelo de cultivo. Las empresas investigan para
encontrar edulcorantes más dulces y baratos que el azúcar.
Al mismo tiempo, abandonamos el consumo de frutas y verduras que contienen
azúcares naturales con los nutrientes y minerales necesarios.
Esta dieta, escasa en fibras,
verduras y cereales, provoca diabetes, colesterol, afecciones coronarias,
cáncer e hipertensión, a los mayores y cada vez más,
a los jóvenes y niños. Muchas de las actividades de
los jóvenes son sedentarias, cuando el ejercicio físico
es imprescindible para su desarrollo. El sedentarismo favorece la
obesidad, porque nuestro cuerpo no quema todo lo que ha ingerido y
lo transforma en grasa.
El hábito consumista ha
invadido el ámbito de la comida, identificando a través
de la publicidad, ocio y consumo y propagando un patrón alimentario
urbano, insano y con escasos nutrientes. Engatusados con imágenes
publicitarias de familias felices, jóvenes divertidos y regalos,
las cadenas de comida rápida atraen a las capas sociales con
menor poder adquisitivo, que aceptan como alimentos productos deleznables.
Las cadenas de comida rápida, como Mc Donald´s, son perjudiciales
para la salud de niñ@s y adolescentes, por la enorme presión
que ejercen sobre los deseos de éstos, provocando que l@s pequeñ@s
no distingan alimentación de diversión y asocien en
su imaginario los espacios de Mc Donald´s con lugares de felicidad.
Son futuros clientes afiliados de por vida a la comida basura.
Las enfermedades alimentarias
(anorexia, bulimia, obesidad, etc.) no afectan a todos por igual.
Amenazan a los grupos sociales con menor educación y menor
renta. La epidemia de obesidad contagia a grupos sociales urbanos,
dependientes de un trabajo basura y con dificultades para pagar la
hipoteca o el alquiler. Su malnutrición no es por falta de
alimentos, sino por el exceso y la nocividad de los mismos...
El doble lenguaje de
la izquierda globalizadora
En los últimos 15 años
la alimentación infantil y juvenil en el estado español
ha experimentado un aumento de dulces y refrescos, lácteos
y carnes, y una reducción simétrica de huevos, verduras
y frutas. Este cambio de hábitos se corresponde con el aumento
de obesidad en niñ@s y adolescentes y se debe a la publicidad
de la industria alimentaria, con la connivencia de los poderes públicos.
A pesar de la alarma por las
enfermedades derivadas del cambio alimentario, poco se está
haciendo desde las instituciones. La publicidad a favor de la comida
basura, bebidas refrescantes, helados y dulces, que las multinacionales
de la alimentación lanzan sobre niñ@s y población
en general se despliega libremente sin obstáculos legales o
sociales. Esto explica la proliferación de establecimientos
de comida rápida y expendedoras de bebidas y chucherías,
incluso en centros educativos.
La Estrategia Española
NAOS(3) se presentó en 2005 para combatir la obesidad. Pero
esta iniciativa política no aborda la responsabilidad de las
multinacionales que la producen. Por el contrario, dicha responsabilidad
se niega expresamente: “es importante resaltar que el sedentarismo
y el déficit de gasto energético, provocados por las
nuevas pautas y hábitos de conducta de nuestra sociedad moderna,
juegan un papel principal en el aumento de la obesidad y el sobrepeso
y no cabe responsabilizar de este problema a la industria española
de alimentación y bebidas, ni a productos alimenticios concretos
o a su publicidad”.
El Gobierno emplea la Estrategia
NAOS para proteger los intereses económicos de las empresas
responsables de las enfermedades alimentarias. No evalúa los
daños que la penetración del consumo de la comida basura
y los refrescos producen entre la población, en particular
en niñ@s y adolescentes. No alerta sobre los crecientes peligros
futuros de este modelo de consumo. No promueve la sensibilización
crítica sobre estos productos en el conjunto de la población,
porque eso le enfrentaría con las multinacionales. No prohíbe
su venta en las escuelas, tal como han solicitado la Sociedad Española
para el Estudio de la Obesidad y la Sociedad Española de Endocrinología
y Nutrición. La Estrategia NAOS propicia “Códigos
voluntarios de Buena Conducta” para las empresas de alimentación
y bebidas que sólo sirven para limar los aspectos más
escandalosos de su publicidad televisiva dirigida especialmente a
los menores de 12 años. Establece Convenios con las multinacionales
de la alimentación basura para que laven su imagen, mostrándoles
como benefactores de los más desfavorecidos y a través
de campañas que incentivan el deporte, nos recuerden, cínicamente,
los beneficios de una dieta sana, al tiempo que, en estas mismas campañas,
nos ocultan los daños que sus productos ocasionan a nuestra
salud.
El consumo responsable
agroecológico como alternativa
Habitualmente, se considera una
cuestión individual la adopción en nuestra vida cotidiana
de pautas alimentarias que concilien la alimentación saludable
con el consumo crítico y responsable. Si basamos nuestra alimentación
en frutas, verduras, legumbres, cereales y miel y reducimos el consumo
de carne, cubriremos las necesidades de azúcar y de proteínas
de nuestro cuerpo, eliminando de nuestro consumo la comida rápida
y los productos industriales, que benefician a las multinacionales
de la alimentación. Si además compramos directamente,
a los pequeños campesinos locales que se esfuerzan en cultivar
sin productos químicos, estamos ayudándoles a no contaminar
y contrarrestando la lógica de la globalización económica
que les condena a desaparecer.
Este cambio de conducta es necesario, pero no podemos enfrentarnos
a un problema social cada vez más importante en la infancia
y adolescencia de los países ricos (obesidad infantil, sedentarismo
y consumismo individualista y autolesivo) como si fuera un problema
de ámbito privado. Se trata de un problema político
y social, causado por el modelo alimentario impulsado por la modernización
y generalizado por la globalización. Por ello es fundamental
educar, desde la escuela, en otro tipo de consumo: un consumo sano,
rechazando la producción industrial de alimentos con productos
químicos y transgénicos; un consumo crítico ante
el despilfarro, el individualismo, la contaminación y el monopolio
criminal de la producción y distribución de alimentos
en manos de las multinacionales; un consumo responsable y solidario
con la situación de los pequeños agricultores y trabajadores
del campo; y un consumo potente para defender la seguridad alimentaria
y recuperar una relación de reciprocidad entre el campo y la
ciudad, el norte y el sur, autóctonos e inmigrantes.
La lucha por un “peso optimo
para toda la vida” debe comenzar desde la infancia. Pero nuestr@s
niñ@s, víctimas de la manipulación publicitaria,
no pueden hacerlo sol@s. Nosotr@s, aunque también somos víctimas
de dicha manipulación, sí podemos. Los cambios en la
dieta diaria son el punto de partida. Es urgente disminuir la ingesta
de hidratos de carbono “rápidos” procedentes de
azúcar y cereales refinados, sustituyéndolos por hidratos
de carbono “lentos” procedentes de frutas, verduras y
cereales integrales. Los refrescos azucarados industriales, incluidas
las colas, que contienen fructosa, más barata y dañina
que el azúcar refinado, deben ser sustituidos por zumos naturales
o por agua. Las grasas deben ser limitadas, especialmente las de origen
animal, sustituyéndose por el aceite de oliva y frutos secos.
Las redes de consumidor@s responsables
de las ciudades debemos crecer en diálogo con productor@s agroecológic@s
que, sin nuestra cooperación, se ven avocad@s a abandonar la
producción ecológica o entregarse, a su pesar, a Carrefour
y otros de su entorno. Comprometerse en proyectos de consumo responsable,
fomentar la educación alimentaria y realizar actividades con
niñ@s y mayores, para impulsar el consumo de alimentos ecológicos.
La proliferación de consumidor@s y agricultor@s responsables
pondrá la fuerza necesaria para impedir los abusos publicitarios
de las multinacionales que condicionan a nuestr@s niñ@s para
que adquieran hábitos alimentarios enfermantes.
El principio de la precaución(4)
en manos de las multinacionales agroquímicas(5).
A comienzos de los noventa, la
Unión Europea (UE) inició, a través de la Directiva
91/414, un proceso de revisión de los pesticidas autorizados,
muchos de los cuales habían salido al mercado careciendo de
estudios pormenorizados de sus efectos tóxicos sobre personas,
animales y plantas. Incluso, seguían utilizándose, a
veces con sospechas, otras con evidencias de sus perjuicios, sin evaluar
el impacto toxicológico sobre la salud humana y ecotoxicológico
sobre la salud del ecosistema.(6)
Dicha revisión comenzó
después de décadas de acumulación de pruebas
sobre los daños de los pesticidas: alergias e irritación
de las vías respiratorias, secuelas irreversibles en sistema
nervioso, endocrino e inmunológico, cáncer de diversos
tipos e intolerancia de por vida a la presencia de sustancias químicas,
etc. Tras la presión, a nivel mundial, de diversas organizaciones(7)
que están documentando dichas pruebas y exigiendo la responsabilidad
de las empresas y los gobiernos, se revisó la legislación
europea sobre pesticidas, iniciando, en paralelo, un programa de análisis
de las sustancias en uso.
En estos años ya se sabía
que la exposición a pesticidas afecta no sólo a las
personas que los aplican en el campo y en la desinfección de
edificios, también al resto de trabajador@s expuest@s, sus
familias, vecin@s y población en general, incluidos l@s hij@s
engendrad@s con posterioridad al contacto o ingesta del pesticida(8).
Igualmente se sabe que son especialmente sensibles bebes, niñ@s,
adolescentes, ancian@s, enferm@s, mujeres gestantes o expuestas un
tiempo antes de la gestación y progenitores masculinos, no
sólo por esterilidad o reducción de espermatozoides,
sino también por la transferencia a su descendencia de daños
vinculados a la exposición a pesticidas. Los daños se
producen incluso en dosis inferiores a las autorizadas(9). Los factores
que agravan el riesgo tienen que ver con las condiciones físicas
de la persona: etapas cruciales en el desarrollo hormonal, una mayor
ingesta en proporción al peso -en la infancia, sobre todo en
los más pequeños-, estado de debilidad o enfermedad
previo; pero también con el uso prolongado de un número
cada vez mayor, en cantidad y diversidad, de sustancias pesticidas
a lo ancho del planeta y durante más de 50 años, cuya
extensión y acumulación en agua, aire, suelo y tejidos
grasos de animales y seres humanos, constituye una situación
de contaminación generalizada a la que se aportan nuevas emisiones
cada año y en un nivel creciente(10).
Pero la demostración no siempre es posible. Las relaciones
causa-efecto por una intoxicación aguda tras un envenenamiento
o exposición directa son fácilmente identificables porque
se producen inmediatamente o a las pocas horas. Más difícil
es demostrar la aparición de un trastorno o enfermedad provocada
por intoxicación crónica, debida a varios años
de contacto profesional (a lo largo de un periodo prolongado o toda
la vida). Aún más dificultoso es probar que se debe
a haber permanecido, de forma casual o recurrente, en espacios cerrados
ajardines que han sido tratados. Tanto o más complicado es
demostrar que ha sido causado por el consumo de alimentos y aguas
contaminadas por pesticidas, incluso por debajo de los límites
autorizados. Pueden pasan años entre la exposición y
el inicio de la enfermedad. Esta es la situación más
habitual en casos de exposición inadvertida, crónica,
contaminación alimentaria, exposición de los progenitores
antes de la concepción o de la madre durante el embarazo o
ingesta a través de la lactancia materna. Tienen que multiplicarse
los casos de enfermedad o muerte para que se observe una tasa superior
a la normal y alguien empiece a investigar. A veces se demuestra la
relación, pero los resultados no son significativos y se rechazan
desde una posición científica.
La dificultad probatoria entre la causa y su efecto, facilita que
las empresas productoras de pesticidas no sólo esquiven su
responsabilidad cuando causan daños reales, sino que presionen
a las administraciones para impedir que prohíban su exposición
y su acumulación. Estas cuestiones no son contempladas al calcular
los límites máximos autorizados producción o,
al menos, les autoricen "usos críticos"(11). Aunque
la Comisión Europea se vanagloria de haber introducido el principio
de precaución en la letra de la Directiva, el hecho es que,
en la práctica, brilla por su ausencia.(12)
El proceso de revisión
de la totalidad de pesticidas autorizados y en uso antes de 1992,
contemplaba un horizonte inicial de 12 años. Dicho plazo ha
sido superado y ampliado a 2008. Inicialmente y hasta el año
2001 se contabilizaban 834 pesticidas existentes, que fueron clasificados
en 4 listas en función de su uso y peligrosidad. En abril de
2005, la cifra había aumentado a 984 sin explicación
alguna en los informes de seguimiento.
Las listas 1 y 2 (con 90 y 149 sustancias respectivamente) contenían
los pesticidas más preocupantes, de mayor uso o aquellos para
los que la industria decía poder facilitar con rapidez los
expedientes que contenían su propia evaluación de toxicidad
y ecotoxicidad. La revisión de estos pesticidas debería
haber finalizado en 2003. Pero en marzo de 2006, quedaban aún
11 sustancias pendientes de concluir la evaluación en la lista
más prioritaria y 50 en la segunda lista. Los trabajos de la
3ª y 4ª lista aún van más atrasados.
Esto significa que tales sustancias
siguen utilizándose, incluso cuando debieran haberse prohibido.
Este es el caso del endosulfan, considerado un potente disruptor endocrino(13)
y que se acumula en el suelo, el aire, los plásticos de invernadero,
el agua y los alimentos, pasando a la sangre y a los tejidos grasos.
La relación del endosulfan con el cáncer de mama y con
malformaciones en el aparato reproductor masculino en niños
y bebés expuestos ha sido ampliamente documentada(14). También
en España, uno de los principales consumidores de endosulfan
de la UE.(15) Estas investigaciones deberían haber bastado
para prohibir el endosulfan con el fin de evitar nuevos casos y proteger
la salud de la población.
El primer informe de la Comisión(16)
sobre la revisión de sustancias existentes, preveía
la retirada de unas 500 sustancias. Sin embargo, hasta marzo de 2006(17)
sólo habían sido retiradas 370, de las cuales, una veintena
han obtenido autorización para "usos esenciales".
Con autorización plena figuran algunas sustancias muy preocupantes.
Este es el caso del herbicida Paraquat(18). Se trata de un producto
altamente toxico(19). Desde 1985, la Red PAN despliega una campaña
para difundir los peligros de seguir empleando los 12 pesticidas más
tóxicos, la denominada "docena sucia", que busca
la prohibición de tales sustancias. En 2002 se inició
una campaña específica para este pesticida, "STOP
Paraquat", que condicionó la prohibición total
o el uso restringido en 13 países, 4 de ellos miembros de la
UE(20). A pesar todo, la UE ha dado un espaldarazo a este pesticida
a finales de 2003. Como en el caso de la mayoría de autorizaciones
de transgénicos, la decisión fue muy controvertida(21)
y la argumentación contraria de Suecia, con el apoyo de Finlandia,
Luxemburgo y Dinamarca no se tuvo en cuenta.(22) La autorización
exige unas precauciones de protección de los operarios, costosas
económicamente e imposibles de cumplir en caso de elevadas
temperaturas y una evaluación anual de daños sobre los
trabajadores y la fauna terrestre en las zonas donde se aplique(23).
Es decir, reconoce la peligrosidad, pero en lugar de evitarla, aplicando
el principio de precaución, acepta las condiciones de la empresa
(Sygenta) y subordina la protección de la salud de trabajador@s
y medio ambiente a los intereses económicos de la industria
agroquímica. Además, la autorización en la UE
ha neutralizado los efectos positivos de las campañas de sensibilización,
frenando el proceso de prohibición del paraquat en países
del Sur, a pesar de la imposibilidad de adoptar los niveles de protección
de los operarios de los países ricos.
El Parlamento Europeo, en su
sesión plenaria del 13/1/09 aprobó un nuevo reglamento
en materia de plaguicidas, que sustituye a la Directiva 91/414. Dicho
texto establece un nuevo marco que va a regular la comercialización
y el uso sostenible de los plaguicidas en la Unión Europea
en los próximos años.
Los criterios adoptados supondrán
“la retirada progresiva en la próxima década de
aquellas sustancias con peor perfil toxicológico y medioambiental,
estableciendo reglas más rígidas a la hora de autorizar
la utilización de productos fitosanitarios y el empleo de plaguicidas
en el campo, prohibiendo su uso cerca de parques, escuelas, hospitales
o de los ríos y las pulverizaciones aéreas”, ...
“salvo limitadas excepciones” que tendrán que autorizar
las autoridades nacionales, estableciendo “mecanismos para evitar
la retirada de aquellas sustancias tóxicas para las que no
existen alternativas hasta que éstas se desarrollen”
y garantías para evitar una "merma insalvable para el
sector productor de las herramientas de las que actualmente dispone
para luchar contra la plagas”. Es decir, como era de esperar,
un nuevo aplazamiento y buenas intenciones que deben ser ratificadas
por los estados, siempre que no perjudiquen a las multinacionales(24).
En definitiva, la UE no está
aplicando el principio de precaución para proteger a la población
y al medio ambiente de los efectos negativos de los pesticidas. Su
programa de revisión, nuevamente aplazado, es una máscara
para seguir actuando en beneficio de la industria química.
No se prohíben todas las sustancias más peligrosas y
cuyos daños han sido probados. No se suspenden aquellas sobre
las que hay estudios que señalan su peligrosidad, aunque no
alcancen significación científica, hasta tanto demuestren
su inocuidad, como debería hacerse en ejercicio del principio
de precaución. Las prohibiciones a veces son simulacros porque
siguen utilizándose bajo la forma de "usos esenciales".
Desde 1992 se ha solicitado la inclusión de un centenar de
pesticidas nuevos que vienen a relevar a los anteriores y, según
la Agencia Europea de Medio Ambiente, son "más tóxicos,
aunque más específicos y más eficaces" (hasta
que aparezcan nuevas resistencias de las plagas reduzcan su efectividad).(25)
El control de plagas no es un problema reducible a la química
porque es agroecológico. Las plagas y enfermedades son resultado
de agrosistemas desequilibrados. El empleo de grandes cantidades de
agrotóxicos de amplio espectro acaba fracasando y creando nuevos
problemas. La mejor manera de combatir las plagas es recuperar el
equilibrio de los agrosistemas y el mantenimiento de la biodiversidad.
Por otro lado, la UE, secundada
por los gobiernos, resta importancia a la contaminación por
pesticidas que contienen los alimentos, a pesar de hacer controles
periódicos. "De cada 100 verduras que consume ciudadano
europeo, 60 están completamente limpias de pesticidas, 36 tienen
restos en dosis inferiores al máximo tolerado y 4 están
contaminadas por encima de estas dosis(26). El 40% contienen restos
y aunque en su mayoría estén por debajo de los límites
autorizados, comienzan a acumularse las pruebas de que pequeñas
dosis durante mucho tiempo pueden ser más perniciosas que altas
dosis de una sola vez. A su vez, una dieta equilibrada, con alto consumo
de frutas, verduras y cereales, contendría niveles de pesticidas
superiores a los recomendados según un estudio realizado en
Barcelona a través de mil muestras recogidas en los comercios.
<1> Internacional Obesity
Task Force: Fuerza de Choque Internacional contra la Obesidad
<2> Palatalidad es la propiedad de que un alimento sea agradable
al paladar. La alimentación industrial investiga y produce
sustancias químicas para conseguir este efecto en niñ@s
y personas mayores infantilizados por la publicidad y la ignorancia.
<3> NAOS: Nutrición, Actividad Física y Prevención
de la Obesidad
<4> Principio de precaución: supone que la utilización
de cualquier tecnología o la autorización de cualquier
producto alimentario, demuestren que no constituyen ningún
riesgo, presente o futuro.
<5> Fuente: Galindo, Pilar (2006) “La globalización
contra la seguridad y soberanía alimentarias”. En VV.AA
“¡Qué hace esa fresa en tu mesa!”. Págs.
141-180. Ed. Atrapasueños, SOC, Autonomía Sur, Oficina
de Derechos Sociales y CAES. Sevilla.
<6> Mientras que en el conjunto de sustancias químicas,
la Comisión reconoce, con cifras, la escasa evaluación
de los riesgos, en la revisión de los pesticidas hay un silencio
absoluto y toda la información relevante que se publica aparece
en ingles, impidiendo el acceso público a dicha información.
<7> Destacamos la Alianza para la Acción de Pesticidas,
conocida como PAN (Perticide Action Network) y especialmente su versión
latinoamericana, RAP-AL (Red de Acción en Plaguicidas y sus
alternativas en América Latina), con abundante información
en castellano en su espacio web www.rap-al.org
<8> Según la profesora Ana Mª García, del
Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad
de Valencia, en el entorno de la Albufera de Valencia y como resultado
de las fumigaciones aéreas para los cítricos, se han
encontrado pesticidas organofosforados en la sangre de los habitantes
de la zona. Y continúa “se han descrito enfermedades
crónicas neurológicas debidas a la exposición
mantenida a estos pesticidas y también secuelas a largo plazo
después de intoxicación aguda” (El País,
“Pesticidas en frutas y verduras” 8-2-05)
<9> Los límites máximos de residuos autorizados
en alimentos en agua potable no garantizan la ausencia del riesgo
por varias razones: 1) porque la cantidad de dosis diaria recomendable
ha sido cuestionada al aparecer pesticidas que provocan disrupciones
hormonales -ver más adelante-, en dosis muy inferiores a las
legales; 2) porque las dosis se calculan para varones adultos y sanos,
que admiten niveles más altos que enferm@s, mujeres y niñ@s;
3) porque hay que tener en cuenta la combinación de exposición
a diversas sustancias químicas, el periodo de exposición
y su acumulación. Una dosis legal puede no ser perjudicial
durante una temporada corta, pero el efecto puede variar si se prolonga
o si el individuo tiene toda la vida por delante –caso de los
cánceres- y desarrollarse 10 ó 15 años después.
4) porque, en relación a los residuos en alimentos, depende
de la dieta. No es lo mismo un alimento que se consume poco, que si
forma parte de la dieta diaria y se ingiere en cantidades importantes.
Estas cuestiones no son contempladas al calcular los límites
máximos autorizados.
<10> Un estudio finalizado por un equipo de investigadores del
Colegio de Médicos de Familia de Ontario (Canadá-2004)
y basado en la revisión de la bibliografía científica
producida a nivel mundial y en los últimos 10 años,
sobre la relación entre pesticidas y diversos tipos de cáncer,
malformaciones genéticas, trastornos del sistema endocrino,
neurológico y mental, revela que el uso de pesticidas está
provocando un mayor número de enfermos de estas dolencias,
reduciendo la esperanza de vida de la población y la vida saludable.
En la revisión, han discriminado tanto la validez científica
como la significación estadística de los hallazgos,
destacando aquellos estudios de prospectiva sobre una muestra amplia
y un seguimiento a largo plazo. Esta discriminación otorga
un mayor rigor a sus conclusiones. En la mayoría de los casos,
la existencia de la enfermedad se produce por la propia profesión
o la de sus padres y madres, pero concluye que la transmisión
por la exposición ambiental o alimentaria ha sido menos estudiada
y resulta más difícil su evaluación. Pone especial
énfasis en los daños sobre la infancia y adolescencia,
precisamente por su vulnerabilidad y mayor probabilidad de desarrollar
la enfermedad a lo largo de su vida. En aquellas enfermedades donde
las investigaciones han sido capaces de demostrar una mayor tasa de
aparición ante la exposición a pesticidas -diversos
cánceres, Linfoma-No-Hodking y leucemia-, se pronuncian a favor
de evitar totalmente la exposición de la población en
general, lo que significa prohibir su uso o reducirlo a situaciones
muy excepcionales.
<11> Se emplea este término para seguir autorizando el
uso de sustancias de probada peligrosidad, argumentando que no existe
otra forma posible de resolver el problema para el que ha sido diseñado.
Por ejemplo, el uso del bromuro de metilo en la desinfección
de suelos para la producción de fresa. Existen otras alternativas,
incluso sin variar el modelo intensivo de producción (como
la solarización para evitar los hongos en el suelo). Además,
conviene plantearse la causa del uso de pesticidas en la forma industrial
de producción de alimentos, cuyos métodos destruyen
cualquier defensa natural del suelo, plantas y animales ante las enfermedades
o la competencia con otros seres vivos. La alta patogenicidad del
virus de la gripe aviar es un buen ejemplo. El hacinamiento provoca
la bajada del sistema inmunitario y la enfermedad penetra en la fábrica.
Un caldo de cultivo favorecido por la densidad y cantidad de animales,
propaga más rápidamente la enfermedad y el virus encuentra
las condiciones para mutar y hacerse más virulento. Las aves
migratorias y de corral no propagan la enfermedad, son sólo
sus víctimas. Sin embargo, son perseguidas y encerradas, mientras
nadie parece preocuparse por lo que pasa dentro de las factorías
de pollos. Cuando no se impugna el modelo industrial, todas las soluciones
forman parte del problema.
<12> Esta directiva fue uno de los primeros actos legislativos
en contar tanto con el principio de subsidiariedad, como con el principio
de precaución. Colocó explícitamente la protección
de la salud humana y del medio ambiente por encima de las necesidades
de la producción agraria." Informe de la Comisión
al Parlamento y al Consejo COM/2001/0444 final
<13> En palabras de Nicolás Olea; "El término
disruptor endocrino sirve, en la actualidad, para definir a cualquier
compuesto químico, contaminante medio ambiental que, una vez
incorporado a un organismo vivo, afecta al equilibrio hormonal. "
Extraído de su "Informe Agricultura y salud". Nicolás
Olea es catedrático de medicina interna de la Universidad de
Granada y Jefe de la Unidad de Radiología del Hospital Clínico
de Granada. En definitiva, la disrupción hormonal provoca alteraciones
que desequilibran el funcionamiento del sistema endocrino y, durante
el embarazo y en edades cruciales, pueden provocar malformaciones
genéticas y perjudicar el normal desarrollo del aparato reproductivo.
<14> Citamos sólo un estudio realizado en España
"Factores de riesgo de criptorquidia", a cargo de la Dra.
Maria Teresa Rueda Domingo, del Departamento de Medicina Preventiva
y Salud Pública, de la Facultad de Medicina de Granada y publicado
en la Gaceta Sanitaria en 2001. En dicho estudio realizado a niños
nacidos en el Hospital Universitario San Cecilio de Granada, entre
1992 y 1999, se documenta la influencia del lugar de residencia y
la profesión de los padres para este trastorno -dificultad
de descenso testicular- en los bebes varones que puede producir esterilidad
y cáncer de testículos en la edad adulta. Extraído
déla página www.doyma.es el 16/1/2001.
<15> Nicolás Olea informa de la persistencia de endosulfan
en los plásticos de los invernaderos almerienses, en las aguas
de los ríos andaluces, en el aire del Pirineo -por la proximidad
a la industria productora- y en la sangre y los tejidos grasos de
los niños en Murcia. Esta contaminación se relaciona,
en diversos estudios, con el cáncer de mama y la dificultad
de descenso testicular de bebes varones según el citado Informe
Agricultura y Salud.
<16> Informe de la Comisión al Parlamento y al Consejo
COM/2001/0444 Final 7
<17> Para el conjunto de sustancias existentes y las nuevas,
empleamos los datos del informe de abril de 2005, aunque ha habido
posteriores modificaciones.
<18> Paracuat lleva utilizándose más de 60 años
en más de 120 países. Es un herbicida considerado entre
los 12 más tóxicos ya en los años ochenta. En
la terminología fitosanitaria se le califica como de amplio
espectro y acción rápida. Se emplea para eliminar hierbas
porque destruye el tejido verde de estas plantas por contacto. Colapsa
la estructura de sus células, alterando la fotosíntesis
y provoca con ello la desecación de la planta. Se aplica en
más de 50 cultivos y para controlar hierbas en áreas
no cultivadas. Se usa principalmente en cultivos de maíz, orquídeas,
soja, arroz, hortalizas, algodón y palma {de aceite). A pesar
de ser uno de los herbicidas más tóxicos es el tercero
más usado en todo el mundo. Syngenta es la multinacional que
lo comercializa bajo el nombre comercial de GRAMOXONE. Sus ventas
anuales se estiman en 25.000 toneladas, vendidas el 70% en países
"pobres". Actualmente Syngenta promociona Gramoxone para
tratar las supermalezas que no pueden ser eliminadas con glifosato
por haber desarrollado resistencia a este herbicida a partir del cultivo
de soja transgénica de Monsanto (cuya propiedad es la resistencia
al glifosato).
<19> Clasificado como moderado por ingesta oral, pero alto por
inhalación, según los estudios de toxicidad existentes.
17 mg/kg pueden matar a una persona. La muerte por envenenamiento
puede ocurrir hasta un mes después, lo que agrava el sufrimiento.
No existe antídoto. También puede provocar: daños
irreversibles en pulmones, corazón, riñones, glándulas
adrenales, sistema nervioso central, músculos y bazo; problemas
agudos y crónicos: dermatitis severa, quemaduras de 2º
grado, hemorragias nasales, taquicardias, fallos renales y respiratorios.
Se asocia con defectos reproductivos y de desarrollo, cáncer
de piel y parkinson.
<20> Está prohibido en Finlandia (1986), Austria (1993),
Suecia (1993) y Dinamarca (1995). Alemania restringió su uso
en 1993 y Hungría en 1991.
<21> Se aplazó la decisión en 4 ocasiones en el
Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y Salud Animal y
su aprobación se hizo por una mayoría cualificada que
daba un escaso margen de conformidad (con 16 votos en contra y 5 abstenciones,
el 3-10-2003).
<22> Suecia emitió el siguiente voto particular: "La
inclusión de paraquat en el anexo 1 de la directiva 91/414
en nuestra opinión no sigue el principio de precaución.
Es una sustancia extremadamente peligrosa que puede causar daños
severos e irreversibles en humanos. Tanto los modelos de exposición
simulados como los estudios de campo indican un margen de seguridad
inaceptablemente bajo. Debido a la toxicidad característica
del paraquat, los accidentes podrían tener por resultado, daños
fatales que no pueden ser contrarrestados con ningún antídoto
conocido (...) somos de la opinión de que hay una responsabilidad
global, tenemos en cuenta el resultado de su uso en los países
en desarrollo y las señales contradictorias que una inclusión
de esta sustancia podría dar".
<23> Directiva 2003/112/CE. D.O.C.E L 321 de 6-12-2003
<24> Fuente: nota de prensa del Ministerios de Agricultura,
Medio Rural y Marino (13/1/09) y Agrocope.com (9/2/09)
<25> EEA: Environmental Signáis 2000, Copenhague, febrero
2000, cap 6 "agriculture"
<26> El País, 8-2-05.
Fuente: http://www.ecoportal.net/content/view/full/85175