Por generaciones y generaciones
los alimentos fueron producidos por los agricultores en el marco de
una equilibrada interacción con la naturaleza. La agricultura
era una actividad a escala humana, orientada a satisfacer las necesidades
de las personas y respetuosa del medio ambiente. Si bien modificaba
la naturaleza, no la ponía en peligro. Aseguraba la conservación
de los recursos naturales y tenía como centro la producción
de alimentos suficientes y sanos.
Sin embargo, a mediados del siglo
veinte la producción agrícola sufrió grandes transformaciones.
Los alimentos dejaron de ser el producto de una relación equilibrada
entre el agricultor y la naturaleza y se convirtieron en objeto de especulación,
del cual lo único que realmente importaba era su valor de mercado.
La razón de estos cambios no está, como muchas veces se
sostiene, en la necesidad de producir más para alimentar a una
población mundial en crecimiento. El hambre en el mundo no se
debe a la insuficiente producción de alimentos, sino a una mala
distribución de los mismos.
Con el tiempo se ha pasado entonces
de una agricultura a escala humana a otra de tipo industrial, que busca
producir cada vez más, sin importar cómo ni a costa de
qué. Esto ha sido logrado haciendo un uso cada vez más
intensivo de maquinarias, sistemas de riego, semillas híbridas,
fertilizantes químicos, agrotóxicos y, en los últimos
años, semillas transgénicas. Estos elementos técnicos
conforman un paquete tecnológico que aumenta la “productividad”
de los predios, sin reparar en los costos sociales y ambientales de
esa manera de producir.
Ese tipo de agricultura industrial
expulsa agricultores del campo e impone el monocultivo como práctica
predominante de manejo. Esta generalización del monocultivo -espacial
o temporal- no solo atenta contra la biodiversidad y promueve la aparición
de plagas sino que profundiza la dependencia económica y la pérdida
de soberanía alimentaria de cada productor, de cada región,
de cada país. El uso de agrotóxicos -indisolublemente
ligado a los monocultivos- y de fertilizantes químicos que intentan
paliar la sobreexplotación del suelo, contamina el suelo, el
agua y el aire e implica un grave riesgo para la salud de las personas
que producen y que consumen estos alimentos.
Cada vez más, la producción
agrícola deja de estar en manos de agricultores y pasa a poder
de grandes empresas, en tanto que los predios agrícolas se parecen
cada vez más a grandes fábricas sin obreros.
Producción agroecológica:
una alternativa
Afortunadamente, en el Uruguay de
hoy existen productores que producen alimentos de otro modo. Saben que
cultivar la tierra no tiene por qué ser sinónimo de agredirla.
Saben que es posible controlar las plagas sin agrotóxicos y que
se puede mejorar en vez de degradar el suelo al cultivarlo.
A esta agricultura se la denomina
agricultura agroecológica. Se trata de una manera de producir
que no solo prescinde de los monocultivos, los agrotóxicos, los
fertilizantes químicos y los transgénicos, sino que es
también una forma de relacionarse con el otro y con la naturaleza.
Su principal objetivo no es obtener
la mayor ganancia económica posible a cualquier costo sino producir
de un modo que asegure el bienestar integral de los productores, de
los consumidores y del medio ambiente. Esto no quiere decir que la producción
agroecológica no deba ser económicamente rentable para
el productor, sino que dicha rentabilidad debe ser medida en términos
de sustentabilidad a largo plazo.
La producción agroecológica
no solo es posible y necesaria, sino que está siendo puesta en
práctica, en diferentes grados, por predios productivos en todo
el país. Conjugando el conocimiento tradicional de los agricultores
con elementos de la ciencia moderna, establece un diálogo de
saberes que conforman una serie de principios ecológicos y agronómicos
que la guían.
Algunas características
de la producción agroecológica:
- Toma como base la rotación
y diversidad de cultivos con el objetivo de buscar un uso más
eficiente de los recursos naturales, sin agotar el suelo ni propiciar
la aparición de plagas.
- Aprovecha al máximo todos
los recursos con los que cuenta el predio, tales como el estiércol
para la fertilización o los desechos orgánicos para el
compostaje.
- Hace un uso adecuado e inteligente
de los diferentes recursos y fenómenos naturales que intervienen
en los procesos productivos, como el uso de cercos vivos de plantas
que, por ejemplo, ayudan a repeler insectos o producen frutos comestibles.
- Promueve la conservación
de variedades locales de semillas. Al seleccionar naturalmente semillas
adaptadas a las condiciones de los ecosistemas locales logra variedades
vegetales más resistentes a las enfermedades y a la acción
de depredadores.
- La cría de animales se
hace al aire libre y en espacios abiertos. La carne, la leche o los
huevos de animales que viven en estas condiciones no solo son más
sabrosos sino que son más sanos y nutritivos.
- Los transgénicos no son
cultivados ni se los utiliza en la alimentación de animales.
- El valor de mercado del “producto”
a obtener no es el centro de la actividad productiva. Los productos
obtenidos son el resultado de algo que, además de una serie de
técnicas agronómicas, busca conformarse en una forma de
vida. En los predios agroecológicos no puede haber relaciones
de explotación entre quienes allí trabajan.
Beneficios para el consumidor:
Consume alimentos sin residuos tóxicos
que envenenen lenta y silenciosamente su cuerpo, alimentos frescos y
de estación, más sabrosos y nutritivos.
Fortalece una manera de producir
mucho más justa y sustentable.
Beneficios para el productor:
Generalmente la distribución
y venta de productos agroecológicos prescinden de intermediarios.
Los productores ven así aumentadas las posibilidades de mejorar
su situación económica gracias a los ingresos directos
provenientes de las ventas.
Autogestiona su propia fuente de
trabajo, aumentando sus posibilidades de evitar el desarraigo y la migración.
Conserva y mejora su predio, aprovecha
al máximo los recursos de los que dispone y gana independencia
respecto al mercado de agrotóxicos, semillas híbridas
y transgénicas y otros supuestos “avances” tecnológicos.
Beneficios para la sociedad:
La producción y el consumo
agroecológicos apuntan a crear alternativas al mercado global
controlado por grandes corporaciones, estableciendo un intercambio directo
entre el productor y el consumidor a nivel local.
Al establecer, de diferentes modos,
que la adquisición de alimentos esté basada en compromisos
éticos y relaciones de confianza, enriquece y fortifica el tejido
social.
La mejora en las condiciones de
vida de los pequeños productores rurales evita la emigración
a las ciudades y la creación de cinturones de pobreza alrededor
de las mismas.
La agricultura agroecológica
mitiga el cambio climático al reducir las emisiones de gases
de efecto invernadero provenientes de la quema de combustibles fósiles
y al eliminar el uso de fertilizantes químicos y agrotóxicos
fabricados con derivados del petróleo.
En relación a los
alimentos
Al no usarse agrotóxicos
en la producción agroecológica, ésta no contamina
el medio ambiente ni afecta la salud de las personas que allí
trabajan. Además, la ausencia de residuos tóxicos en los
alimentos los hace más sanos para el ser humano.
Por otro lado, la interacción
controlada de diferentes especies vegetales con sus depredadores naturales
da lugar a la activación de mecanismos de defensa de las hojas
o los frutos, que muchas veces potencia el sabor o el valor nutritivo
de los mismos. Es por ello que los alimentos así producidos contienen
entre un 40% y un 60% más de vitaminas y minerales que los productos
convencionales. Los alimentos orgánicos permiten también
recuperar el verdadero aroma y sabor de los alimentos.
Por si fuera poco, luego de cosechados
se conservan mejor respecto a los manejados en forma química,
ya que presentan más resistencia a hongos e insectos.
¿Por qué su
producción aún no es suficiente?
La demanda de alimentos agroecológicos
es aún escasa en nuestro país. Una razón importante
es que a nivel de los consumidores falta mucha información sobre
las ventajas del consumo de estos alimentos.
Los productores tampoco son suficientes.
Seguramente los productores orgánicos serían muchos más
si contaran con los beneficios y subsidios que reciben otros tipos de
producciones agrícolas y forestales. Paradójicamente,
esas otras maneras de producir muchas veces se presentan como si fueran
económicamente más rentables.
Desde los comienzos de su educación
formal, generalmente los técnicos y profesionales vinculados
a la producción agrícola son adiestrados en la utilización
del paquete tecnológico dominante y no en la aplicación
de los principios agroecológicos.
La búsqueda por parte de la Universidad de la República
y de la academia en general, de alternativas para producir sin agrotóxicos
existe, pero aun no cuenta con apoyo suficiente.
¿Qué puedo
hacer yo?
Como productor, puedo exigir al
menos el mismo apoyo que reciben otras formas de producción que
resultan contaminantes y agresivas con el medio ambiente.
Como consumidor, puedo hacer respetar
el derecho de ser informado acerca de dónde y cómo se
producen los alimentos que consumo.
La producción agroecológica
solo podrá ser posible cuando la sociedad toda la asuma como
una forma de producir que, a diferencia de la más usual hoy en
día, realmente asegura el futuro de todos. Esto porque asegura
la conservación de nuestros recursos naturales, el fortalecimiento
de relaciones sociales y económicas más justas e igualitarias
así como la producción y el consumo de alimentos más
sanos, más nutritivos y más sabrosos.