Biocombustibles
y transgénicos
por Silvia Ribeiro
Todas las empresas que producen
cultivos transgénicos Syngenta, Monsanto, Dupont, Dow, Bayer,
BASF tienen inversiones en cultivos diseñados para la producción
de biocombustibles como son el etanol y el biodiesel. Tienen, asimismo,
acuerdos de colaboración en este rubro con Cargill, Archer Daniel
Midland, Bunge, trasnacionales que dominan el comercio mundial de granos.
En la mayoría de los casos, la investigación se orienta
a obtener nuevos tipos de manipulación genética de maíz,
caña de azúcar, soya, entre otros, conviertiéndolos
en cultivos no comestibles, lo cual aumenta dramáticamente los
riesgos que ya conlleva en sí la contaminación transgénica.
A escala mundial, empresas y gobiernos
están haciendo una intensa campaña para presentar los
biocombustibles como alternativas ambientalmente amigables que ayudarían
a combatir el cambio climático, al sustituir una parte del consumo
de petróleo dedicado a combustibles para transporte. Mas la lógica
de fondo no es abandonar el petróleo ni cambiar los patrones
de consumo que producen el cambio climático, sino aprovechar
la coyuntura para crear nuevas fuentes de negocios, promoviendo y subsidiando
la producción industrial de cultivos para esos fines.
Ya hay estudios que muestran que
los cultivos industriales de biocombustibles plantean muchos problemas.
Brian Tokar, del Instituto de Ecología Social de Vermont, Estados
Unidos, da cuenta de dos análisis recientes de las universidades
de Cornell y de Minnesota que muestran que el ciclo completo de la producción
de biocombustibles deja un saldo ambientalmente destructivo. Dado que
el procesamiento de estos cultivos requiere una cantidad significativa
de energía el aporte final de energía es muy limitado.
Aunque los biocombustibles sustituyan
en algún porcentaje el uso de petróleo, se necesitan grandes
áreas de producción agrícola industrial intensiva,
incrementando el uso de agrotóxicos que erosionan y contaminan
suelo y agua, además de disputar esas áreas a la producción
de alimentos. Según el investigador Lester Brown (citado por
Tokar), "ahora son los autos, no la gente, los que demandan la
producción anual de cereales. La cantidad de granos que se requieren
para llenar el tanque de una camioneta SUV con etanol es suficiente
para alimentar a una persona durante un año".
Las productoras de transgénicos
ven en todo esto una excelente oportunidad para aumentar sus ganancias
y justificar la manipulación genética como si fuera en
beneficio ambiental. Sus inversiones en biocombustibles incluyen el
desarrollo de cultivos transgénicos con mayor contenido de azúcares
(para convertir en etanol), de aceites (para biodiesel) y la insercion
de genes que expresan enzimas para facilitar su procesamiento.
Syngenta trabaja en colaboración
con Diversa Corporation para desarrollar un maíz que produce
por sí mismo una enzima que lo convierte en etanol, la cual proviene
de una bacteria extremófila que soporta altas temperaturas, tomada
de la colección de bacterias que esa empresa ha recolectado en
varios países del mundo. Diversa tiene una colaboración
similar con Dupont, que a través de su subsidiaria Pioneer Hi-Bred
desarrolla un maíz con mayor contenido de almidón y celulosa.
Para ello están usando una enzima que proviene de una bacteria
manipulada (Zymomonas mobilis), la cual se encuentra en forma natural
en el agave. En ambos casos, la manipulación genética
compromete el uso del maíz como cultivo alimentario, agregando
riesgos a los casos de contaminación que pudieran ocurrir.
En este contexto es interesante
recordar que Diversa tenía hasta 2001 un acuerdo "de bioprospección"
con el Instituto de Biotecnología de la UNAM para explorar organismos
extremófilos y bacterias únicas de México. Este
contrato fue suspendido luego de que una amplia coordinación
de organizaciones y personalidades inició una demanda popular
denunciando el contrato como biopiratería. Pese a esto, Diversa
nunca regresó a México las muestras que tomó durante
la corta duración del contrato. Sería paradójico
que las trasnacionales usaran microorganismos extraídos de nuestro
país para primero manipular genéticamente el maíz
y luego intentar venderlo aquí como un producto "ambientalmente
amigable".
Lamentablemente, la iniciativa de
Ley para el Desarrollo y Promoción de los Bioenergéticos,
que ya han discutido ambas cámaras en el Congreso, con el aval
de todos los partidos, promueve este desarrollo. La justificación
de la iniciativa copia los clichés que se repiten en la propaganda
de las industrias para fomentar esta farsa. Pero además se argumenta
que esto debería significar apoyos para la producción
agrícola de pequeña escala. O sea, si los campesinos que
crearon el maíz estuvieran dispuestos a sembrar transgénicos
con maíz no comestible, que contaminaría tarde o temprano
su maíz nativo, inutilizándolo, les darían apoyo
oficial. O, si fuera con otros cultivos, como caña de azúcar,
tendría de todos modos que ser a expensas de la producción
de alimentos en las condiciones, y según las demandas de las
trasnacionales de los agronegocios, que comprarán a quien les
ofrezca más barato en cualquier parte del mundo, para eso lo
promueven simultáneamente en muchos países.
En lugar de soberanía alimentaria,
lo que promueve son más subsidios para las multinacionales y
más amenazas transgénicas para el maíz y las economías
campesinas.
* Investigadora del Grupo ETC
FUENTE: http://www.jornada.unam.mx/2006/11/23/index.php?section=politica&article=024a2pol