Biocombustibles:
algo que podría ser positivo convertido en grave amenaza para
el Sur
por el World Rainforest Movement - Marzo 2007
Nadie en su sano juicio puede acusar
al Presidente George W. Bush de que se preocupa demasiado por el cambio
climático. Su currículum en la materia es intachable y
tanto su apoyo irrestricto a la industria petrolera como sus guerras
petroleras han significado importantes contribuciones al calentamiento
global. Por si quedaran dudas, su persistente negativa a firmar el Protocolo
de Kioto lo convierte en el líder indiscutido de quienes aportan
más a la destrucción del clima del planeta Tierra.
Es por ello que llama poderosamente
la atención su súbito interés en los biocombustibles.
En efecto, durante su reciente visita a varios países de América
Latina (Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México) ese fue
el punto más claro en la agenda de una gira que fue definida
por alguna prensa como “la diplomacia del etanol”. Es más,
poco antes de iniciar su gira visitó las instalaciones de una
empresa vinculada a la industria del etanol, donde hizo referencia -entre
otras- “a tecnologías que nos permitirán convertir
astillas de madera en combustibles que hagan funcionar automóviles”.
Este súbito interés
de Bush en un tema al parecer tan alejado a sus intereses y preocupaciones
sirve para comprender mejor las razones por las que tantos gobiernos
y agencias del Norte están impulsando el desarrollo de los biocombustibles
en tantos países del Sur.
A diferencia de otros gobernantes
del Norte, Bush ni siquiera intenta presentarse como “verde”.
Las razones que esgrime son fundamentalmente estratégicas y económicas.
Afirma que el impulso a los biocombustibles es “un muy importante
objetivo nacional”, que consiste en “pasar a ser menos dependientes
de combustibles provenientes del extranjero y por ende asegurar que
nuestros intereses estratégicos nacionales estén mejor
protegidos y que nuestros intereses en materia de seguridad económica
estén más intactos”. En lo económico dice
que “A medida que los precios de los hidrocarburos suben, tiene
sentido que seamos capaces de lograr que fuentes alternativas de energía
lleguen al mercado lo más rápido posible”.
Todo ese razonamiento seguramente
ya lo han hecho los gobiernos de la mayoría de los países
del Norte –en particular los europeos- lo que lleva a dudar acerca
de cuán “verdes” son sus intenciones.
Desde el punto de vista de muchos
gobiernos del Sur, los biocombustibles son percibidos simplemente como
un nuevo producto a ser exportado; como una “oportunidad”.
Ello, unido a los múltiples apoyos que para su desarrollo están
recibiendo de agencias de cooperación y organismos multilaterales,
ha resultado en la adopción de políticas y medidas concretas
para su promoción en decenas de países, sin tomar en cuenta
sus posibles consecuencias sociales, políticas, económicas
y ambientales.
En contraposición, las organizaciones
populares del Sur los ven como una grave amenaza para la subsistencia
de la gente. En efecto, los planes gubernamentales implican que millones
de hectáreas de tierras hoy productoras de alimentos van a ser
destinadas a la producción de combustibles para alimentar automóviles.
Cultivos como el maíz, la soja, la caña de azúcar,
la palma aceitera y muchos otros van a ser convertidos en etanol o biodiesel.
En palabras del propio Bush, ya está prevista la conversión
de madera en etanol, lo que significa la amenaza de la plantación
de aún más monocultivos de árboles de rápido
crecimiento para alimentar autos. Todo ello se hará a expensas
de tierras productoras de alimentos y de bosques.
En ese contexto, la reciente reunión
llevada a cabo en Malí por la soberanía alimentaria, donde
participaron representantes de más de 80 países se expidió
claramente contra “los ‘Desiertos Verdes’ de los monocultivos
de biocombustibles industriales y otras plantaciones” (ver 1).
También lo hicieron las mujeres allí reunidas en su declaración
sobre soberanía alimentaria enfatizando que “Los monocultivos,
entre ellos, los empleados para los agro-combustibles ... tienen efectos
negativos sobre el ambiente y sobre la salud humana ...” (ver
2)
En otro contexto, el Tribunal Permanente
de los Pueblos (ex Tribunal Russell) se reunió recientemente
en Cacarica, Colombia y en su dictamen se incluyeron graves acusaciones
a empresas productoras de aceite de palma. Entre otras cosas, se las
acusó (y al gobierno colombiano) de haber sembrado palma en “territorios
colectivos de comunidades afrocolombianas, operaciones que fueron posibles
gracias a la comisión e impunidad de más de 113 crímenes
de Lesa Humanidad, 13 desplazamientos forzados, 15 casos de torturas,
17 detenciones arbitrarias, 19 saqueos a caseríos, 14 incursiones
de tipo paramilitar, agresiones a la zona humanitaria, 4 asesinatos
o ejecuciones extrajudiciales y la llamada ‘desmovilización’
que ha posibilitado el desarrollo de nuevas amenazas de muerte y de
control sobre la población”. (ver 3)
Claro que eso no habrá preocupado
demasiado a los presidentes colombiano y norteamericano cuando se reunieron
recientemente, ya que ambos han sido y siguen siendo socios en la masacre
que se lleva a cabo en ese país bajo el nombre de Plan Colombia.
El resultado final será para ellos positivo: la producción
de biodiesel de palma. Pero es bueno que los futuros consumidores de
este combustible reflexionen sobre el testimonio de una mujer que dijo
ante el Tribunal que: “la palma aceitera está abonada por
la sangre de nuestros hermanos, amigos y familiares”, agregando
que “no tenemos donde trabajar porque el territorio está
cubierto de palma”.
Esa es la verdadera cara que se
esconde tras los llamados “biocombustibles” en el Sur. Bio
significa vida. Sin embargo, el cultivo de estos combustibles significa
muerte. Muerte de comunidades enteras, muerte de culturas, muerte de
personas, muerte de la naturaleza. Llámense plantaciones de palma
aceitera o de eucaliptos, trátese de monocultivos de caña
de azúcar o de soja transgénica, los impulsen gobiernos
“progresistas” o “conservadores”. Muerte.
Lo que podría haber sido
algo positivo (la sustitución de combustibles fósiles
por combustibles derivados de biomasa) ha sido convertido, por obra
y gracia de determinados intereses del Norte, en una de las más
graves amenazas para la supervivencia de millones de personas en el
Sur. Para que los biocombustibles vuelvan a ser positivos debe cambiarse
totalmente el enfoque: debe pasarse de la producción para un
mercado global al abastecimiento local, del monocultivo a la diversidad,
del monopolio a la descentralización, de lo social y ambientalmente
destructivo al respeto por la gente y la naturaleza. Algo que no está
en el pensamiento de las empresas, pero que sí es posible encontrar
en la cabeza de las personas, tanto del Sur como del Norte. A todas
y todos ellos apelamos para que protejan la vida y ayuden a detener
este proceso que –bajo un manto “ecológico”,
es sinónimo de muerte.
(1) La declaración completa
se encuentra disponible en: http://www.wrm.org.uy/actores/FSM/Declaracion_Nyeleni.html
(2) La declaración completa
se encuentra disponible en:
http://www.wrm.org.uy/temas/mujer/Declaracion_Mujeres_Nyeleni.html
(3) La declaración completa
se encuentra disponible en: http://www.wrm.org.uy/paises/Colombia/Presentacion_Tribunal.html