Bio-combustibles:
mitos de la transición de los agro-combustibles
Por Eric Holt-Giménez, Ph.D., Director Ejecutivo,
Food First / Institute for Food and Development Policy, Oakland, CA,
Estados Unidos
Traducido por Georgina Catacora V., Tierra Viva - Cochabamba, Bolivia
Los biocombustibles evocan una imagen de abundancia renovable que permite
a la industria, políticos, Banco Mundial, Naciones Unidas e incluso
al Panel Intergubernamental del Cambio Climático, presentar a
los combustibles producidos a partir del maíz, caña de
azúcar, soya y otros cultivos como una suave transición
de la cúspide de una economía del petróleo hacia
otra basada en combustibles renovables. Los mitos sobre la abundancia
desvían la atención lejos de los poderosos intereses económicos
que se benefician de esta transición, evitando la discusión
sobre el creciente precio que los ciudadanos del Sur están comenzando
a pagar para mantener el estilo de vida consumista del Norte basada
en el petróleo. La obsesión por los biocombustibles obscurece
las profundas consecuencias de la industria de transformación
de nuestros alimentos y sistemas energéticos– La transición
de los Agro-combustibles.
El boom de los agro-combustibles
Los países industrializados han dado lugar a un “boom de
agro-combustibles” a través de la proclamación de
ambiciosas metas sobre combustibles renovables. Los combustibles renovables
deberán proveer el 5,75% del combustible para transporte de Europa
hasta el 2010; y el 10% hasta el 2020. El objetivo de los Estados Unidos
es alcanzar los 35 billones de galones por año (aproximadamente
132 billones de litros por año). Estas metas sobrepasan significativamente
la capacidad agrícola del Norte industrializado. Bajo este contexto,
Europa requeriría destinar 70% de sus tierras agrícolas
a la producción de cultivos para la producción de agro-combustibles.
Toda la cosecha de maíz y soya de los Estados Unidos necesitaría
ser procesada como etanol y bio-diesel. Los países del Norte
esperan que los países del Sur satisfagan sus requerimientos
de combustibles, y sus gobiernos parecen estar ansiosos por obedecer.
Indonesia y Malasia están deforestando aceleradamente sus bosques
para expandir las plantaciones de palma aceitera destinadas a suplir
el 20% del mercado de bio-diesel de la Unión Europea. En Brasil
– donde los cultivos destinados a la producción de agro-combustibles
ya ocupan una superficie similar a la extensión conjunta de los
Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña
– el gobierno está planeando incrementar en cinco veces
la extensión dedicada a la producción de caña de
azúcar con el fin de reemplazar el 10% de la gasolina del mundo
hasta el 2025.
La rápida capitalización y concentración del poder
dentro de la industria de los agro-combustibles es asombrosa. Del 2004
al 2007, el capital invertido en agro-combustibles se ha incrementado
ocho veces. La inversión privada está invadiendo las instituciones
públicas de investigación, como evidencia está
el medio billón de dólares que la compañía
British Petroleum (BP) otorgó a la Universidad de California.
En una abierto desafío a las leyes nacionales anti-monopolio,
gigantes corporaciones de petróleo, granos, vehículos
e ingeniería genética están formando poderosas
alianzas: ADM con Monsanto; Chevron y Volkswagen; también BP
con DuPont y Toyota. Estas corporaciones están consolidando la
investigación, producción, procesamiento y canales de
distribución de nuestros alimentos y sistemas de provisión
de combustibles bajo un colosal techo industrial.
Los defensores de los agro-combustibles nos aseguran que debido a que
los cultivos son renovables, los agro-combustibles son ambientalmente
amigables, pueden reducir el calentamiento global y promover el desarrollo
rural. Pero el tremendo poder de mercado de las corporaciones globales
de agro-combustibles, junto con la débil voluntad política
de los gobiernos en regular sus actividades, es la receta para un desastre
ambiental e incremento del hambre en el Sur. Es tiempo de analizar los
mitos que alimentan este boom de los agro-combustibles – antes
que sea demasiado tarde.
Mito #1: Los agro-combustibles son limpios y “verdes”
Debido a que la fotosíntesis de los cultivos destinados a la
elaboración de combustibles remueven los gases de efecto invernadero
de la atmósfera y pueden reducir el consumo de combustibles fósiles,
hemos sido informados que los cultivos destinados a la producción
de combustibles son “verdes”. Sin embargo, cuando el ciclo
de vida completo de los agro-combustibles es considerado – desde
la adecuación y preparación de la tierra hasta el consumo
vehicular – el moderado ahorro en las emisiones de gases efecto
invernadero son sobrepasadas ampliamente por una emisión mucho
mayor originada en la deforestación, quema, drenaje de turba,
cultivo, y pérdida de carbón del suelo. Cada tonelada
de palma aceitera producida resulta en 33 toneladas de emisión
de dióxido de carbono – 10 veces más que el petróleo.
Los bosques tropicales reemplazados por caña de azúcar
para la producción de etanol emiten 50% más gases de efecto
invernadero que la producción y uso de cantidades similares de
gasolina. Con relación al balance global de carbón, Doug
Parr, científico inglés en Greenpeace menciona categóricamente:
“Incluso si cinco por ciento de los biocombustibles son generados
de la destrucción de los existentes antiguos bosques, se pierde
toda la ganancia de carbón”.
También existen otros problemas ambientales. Los agro-combustibles
industriales requieren amplias aplicaciones de fertilizantes petroquímicos,
cuyo uso global – actualmente a una relación de 45 millones
de toneladas por año – tiene más que el doble de
la disponibilidad biológica de nitrógeno en el mundo,
contribuyendo intensamente a la emisión de óxido nitroso,
un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido
de carbono (CO2). In los trópicos – donde la mayoría
de los agro-combustibles del mundo serán cultivados pronto –
los fertilizantes químicos tienen 10 a 100 veces más impacto
en el calentamiento global en comparación con las aplicaciones
en suelos de climas templados. La producción de un litro de etanol
requiere tres a cinco litros de agua de riego y genera hasta 13 litros
de aguas de desecho. Requiere una energía equivalente a 113 litros
de gas natural para tratar dichos desechos, incrementando sus requerimientos
sucesivamente de forma tal que simplemente será liberado en el
ambiente y contaminará las corrientes de agua, ríos y
aguas subterráneas.El cultivo intensivo de cultivos para agro-combustibles
también dirigirá a altos niveles de erosión, particularmente
en la producción de soya – de 6,5 toneladas por hectárea
in los Estados Unidos hasta 12 toneladas por hectárea en Brasil
y Argentina.
Mito #2: Los agro-combustibles no resultarán en deforestación
Los proponentes de los agro-combustibles argumentan que los cultivos
destinados a su producción plantados en suelos ecológicamente
degradados mejorarán, en lugar de destruir, el ambiente. Quizás
el gobierno del Brasil tiene esto en mente para re-clasificar aproximadamente
200 millones de hectáreas de bosques tropicales secos, praderas
y pantanales como “áreas degradadas” y aptas para
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En realidad, estos son ecosistemas biodiversos de la Mata Atlántica,
el Cerrado y el Pantanal, ocupados por poblaciones indígenas,
agricultores de subsistencia y predios de producción extensiva
de ganado. La introducción de plantaciones de agro-combustibles
simplemente expulsará a estas comunidades hacia la frontera agrícola
de la Amazonía, donde la deforestación será intensificada.
La soya suple 40% del biodiesel del Brasil. La NASA ha correlacionado
positivamente su precio de mercado con la destrucción del bosque
húmedo amazónico – actualmente, cerca de 325 mil
hectáreas por año. El llamado “Diesel de la deforestación”,
plantaciones de palma aceitera para bio-diesel es la primera causa de
pérdida de bosques en Indonesia, un país con uno de los
más altos índices de deforestación en el mundo.
En el 2020, las plantaciones de palma aceitera de Indonesia se triplicarán
hasta llegar a una extensión de 16,5 millones de hectáreas
– un área similar a la de Inglaterra y Wales juntos –
resultando en una pérdida del 98% de la cobertura boscosa. Su
vecino país, Malasia, es el primer productor de palma aceitera
del mundo y ya ha perdido 87% de su bosque tropical y continúa
deforestando a una tasa del 7% anual.
Mito #3: Los agro-combustibles traerán desarrollo rural
En los trópicos, 100 hectáreas dedicadas a la agricultura
familiar generan 35 empleos. La palma aceitera y la caña de azúcar
generan 10 empleos; el eucalipto dos; y la soya tan sólo medio
jornal por 100 hectáreas. Todos ellos pobremente remunerados.
Antes de este boom, los agro-combustibles prioritariamente suplían
los mercados locales, incluso en los Estados Unidos. La mayoría
de las plantas de etanol eran pequeñas y propiedad de agricultores.
Los “grandes” del petróleo, granos e ingeniería
genética están rápidamente consolidando su control
sobre toda la cadena de valor de los agro-combustibles. Estas corporaciones
gozan de un inmenso poder de mercado. Carril y ADM controlan 65% del
comercio global de granos; Monsato y Syngenta un cuarto de los 60 millones
de dólares de la industria biotecnológica. Este poder
permite a estas compañías extraer las más lucrativas
ganancias y segmentos de la cadena de valor con bajo riesgo –
insumos, procesamiento y distribución. Como resultado, los productores
de cultivos para agro-combustibles dependerán cada vez más
del oligopolio de estas compañías. A largo plazo, los
agricultores no son candidatos de recibir muchos beneficios. Los pequeños
propietarios están destinados a verse forzados a deshacerse de
sus tierras. Cientos de miles ya han sido desplazados por las plantaciones
de soya en la “República de la soya”, un área
de más de 50 millones de hectáreas que incluye territorios
del sur del Brasil, norte de Argentina, Paraguay y el este de Bolivia.
Mito #4: Los agro-combustibles no causarán hambre
El hambre, dice Amartya Sen, resulta no de la escasez, sino de la pobreza.
Según la FAO, existe suficiente alimento en el mundo para suplir
las necesidades diarias de 3,200 calorías por persona con una
dieta basada en frutas frescas, nueces, vegetales, productos lácteos
y carne. Sin embargo, debido a la pobreza, 824 millones de personas
continúan sufriendo hambre. En 1996, los líderes mundiales
prometieron reducir a la mitad el hambre en el mundo hasta el año
2015. Muy poco se ha avanzado en ello. Las poblaciones más pobres
del mundo invierten del 50 – 80% del ingreso familiar total en
alimentos. Ellos sufren cuando el alto precio de los combustibles incrementa
también los precios de los alimentos. Ahora, debido a que los
cultivos destinados a alimentos y combustibles compiten por el uso de
la tierra y recursos, los altos precios de los alimentos de hecho incrementarán
el precio de los combustibles. Ambos aumentarán el valor de la
tierra y agua. Este perverso espiral inflacionario pone a los alimentos
y recursos productivos fuera del alcance de los pobres. El Instituto
Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias
advierte que el precio de los alimentos básicos puede incrementar
de un 20 a 33% para el año 2010, y del 26 al 135% para el año
2020. El consumo calórico típicamente declina a medida
que el precio de los alimentos incrementa en una relación de
1:2. Con cada 1% que incremente el costo de los alimentos, 16 millones
de personas son sometidas a la inseguridad alimentaria. Si las tendencias
actuales continúan, cerca de 1,2 billones de personas pueden
sufrir de hambre crónica para el año 2025 – 200
millones más que lo prededicho anteriormente. No se espera que
la ayuda alimentaria mundial venga al rescate ya que la producción
adicional irá dentro de nuestros tanques de gas. Lo que es urgentemente
requerido es una masiva transferencia de los recursos productivos hacia
el pobre rural; y no la conversión de la tierra en productora
de combustibles.
Mito #5: Una “segunda generación” mejorada
de agro-combustibles está a la vuelta de la esquina
Los proponentes de los agro-combustibles argumentan que los actuales
agro-combustibles están producidos por cultivos alimenticios
y pronto serán reemplazados por cultivos ambientalmente más
amigables como los árboles y pasturas de rápido crecimiento.
Este mito, irónicamente está referido como otro dicho,
hace que los combustibles basados en alimentos sean socialmente aceptables.
La transición hacia agro-combustibles transforma el uso de la
tierra a una escala masiva, sumiendo a la producción de alimentos
en una rivalidad por la tierra, agua y recursos con la producción
de combustibles. El tema de qué cultivo es convertido en combustibles
es irrelevante. Plantas silvestres producidas como agro-combustibles
no van a tener una huella ecológica más pequeña.
Ellas emigrarán rápidamente desde bosquecillos y áreas
de conservación hacia dentro de tierras arables para ser cultivadas
de manera intensiva como cualquier otro cultivo industrial, con todas
las externalidades ambientales asociadas.
La industria aspira hacia cultivos genéticamente modificados
productores de celulosa que se descomponga fácilmente para liberar
azúcar, específicamente, árboles de rápido
crecimiento. Los árboles son perennes y esparcen polen a mayores
distancias que los cultivos alimenticios. Los candidatos para la producción
de celulosa son miscantus o eulalia, pasto varilla, y alpiste que especies
invasivas, virtualmente asegurando una contaminación genética.
Los agro-combustibles serán los caballos de Troya genéticos
de Monsanto / Syngenta, permitiéndoles tener un control total
de nuestros sistemas energéticos y de alimentos.
El etanol celulósico, un producto que ya ha demostrado tener
ningún ahorro en carbón, no va a reemplazar los agro-combustibles
en los siguientes cinco a ocho años – el tiempo necesario
para evitar los peores impactos del calentamiento global.
Se requieren mayores descubrimientos en fisiología vegetal para
identificar la descomposición de la celulosa, hemi celulosa y
lignina de manera económicamente eficiente. La industria está
apostando a milagros o contando con la fianza del contribuyente. Fe
en la ciencia, no es ciencia. Fe selectiva en improbable y posiblemente
una inalcanzable segunda generación de bio-combustibles–
en lugar de trabajar en la mejora de tecnologías solares, eólicas,
o de conservación – es un sesgo a favor de los gigantes
de los agro-combustibles.
Agro-combustible corporativo: ¿Una nueva revolución industrial?
La Agencia Internacional de Energía estima que en los siguientes
23 años, el mundo podría producir 147 millones de toneladas
de agro-combustibles. Esta producción estará acompañada
de la generación de bastante carbón, óxido nitroso,
erosión y producción de más de 2 billones de toneladas
de aguas de desecho. Sorprendentemente, este combustible a duras penas
podrá reducir el incremento anual de la demanda global de petróleo,
actualmente calculada en 136 toneladas por año – y no reducirá
nada de la demanda existente.
La transición hacia los agro-combustibles está basada
en una relación de 200 años entre la agricultura y la
industria que comenzó con la Revolución Industrial. El
invento de la energía a vapor prometió el fin del trabajo
pesado. A medida que los gobiernos privatizaron las tierras comunitarias,
despojan a los campesinos del aprovisionamiento de predios y jornales
acesibles. Los fertilizantes petroquímicos baratos han abierto
la agricultura a la industria. La mecanización ha intensificado
la producción, manteniendo los precios bajos y el apogeo de la
industria. El segundo siglo ha visto el triple cambio global hacia la
vida urbana con mayor gente viviendo en las ciudades que en el área
rural. La masiva transferencia de riqueza de la agricultura a la industria,
la industrialización de la agricultura y el cambio urbano-rural
son parte de la “Transición Agraria”, que trasforma
la mayor parte de los sistemas de combustibles y alimentos; y estableciendo
un petróleo no renovable como el cimiento de la actual multi
trillonaria industria agroalimentaria.
Los pilares de la industria agro-alimenticia son las grandes corporaciones
de granos que incluye a ADM, Cargill y Bunge. De igual forma, ellos
están rodeados por una estructura formidable de compañías
de agro-químicos, semilla y maquinaria, por un lado; y procesadores
de alimentos, distribuidores y cadenas de supermercados, por el otro.
En conjunto, estas industrias absorben cuatro de cada cinco dólares
del mercado de alimentos. Sin embargo, el margen de sus ganancias se
han estancado por un tiempo.
Los subsidios gubernamentales y objetivos establecidos para los agro-combustibles
son la razón para la reducción de las ganancias del agronegocio;
creciendo a medida que se reduce el petróleo y concentrando el
poder de mercado en las manos de los actores más poderosos de
la industria de alimentos y combustibles. Similar a la original Transición
Agraria, la Transición Corporativa de los Agro-Combustibles “atrapará
a los bienes comunes” mediante la industrialización de
lo que queda de los bosques y praderas del mundo. Esto hará que
los restantes pequeños propietarios, agricultores familiares
e indígenas se dirijan a las ciudades. La complicidad entre los
gobiernos y la industria tiene el potencial de canalizar los recursos
rurales hacia los centros urbanos en forma de combustible, concentrando
la riqueza industrial. Pero esto puede empujar a millones de personas
dentro de la pobreza e incrementar las muertes por inanición
de forma dramática.
La transición de los agro-combustibles padece de un defecto fatal
– no existe “nueva” revolución industrial.
No hay una nueva expansión del sector industrial que pudiera
recibir comunidades indígenas, pequeños propietarios y
trabajadores rurales desplazados. No existen avances en la producción
esperando a inundar el mundo con comida barata. Esta vez, los combustibles
no subsidiarán la agricultura con energía de bajo costo.
Al contrario, los combustibles competirán con los alimentos por
tierra, agua y recursos. Los agro-combustibles van a colapsar el vínculo
entre alimentos y combustibles. La inherente entropía de la agricultura
industrial ha sido invisible todo el tiempo que el petróleo ha
sido abundante. Ahora, los sistemas alimentarios y de combustibles deben
cambiar de una cuenta de ahorros a una de cuenta corriente. Los agro-combustibles
nos dirigen hacia un sobre giro. “Renovable” no significa
“ilimitado”. Mientras que los cultivos pueden ser re-plantados,
la tierra, el agua y los nutrientes son limitados. Pretender lo contrario
sirve a los intereses de aquellos que monopolizan dichos recursos.
La propuesta de los agro-combustibles se basa en su potencial de prolongar
un sistema industrial basado en petróleo. Con un estimado de
un trillón de barriles de reserva de petróleo restantes
en el planeta, el precio de $100 por barril no está alejado.Mientras
mayor sea el precio del petróleo, el costo del etanol puede incrementar
en cuanto se mantenga competitivo. A medida que el petróleo sea
más caro, la primera generación de los agro-combustibles
será más lucrativa, desmotivando al desarrollo de la segunda
generación de los bio-combustibles. Si el petróleo alcanza
un valor de $80 por barril, los productores de etanol tendrán
la capacidad de pagar $5 por aproximadamente 127 kg (ó 32 L)
de maíz, haciéndola competitiva con la caña de
azúcar. La crisis energética del planeta significa una
bonanza de $80 a 100 trillones de dólares para las corporaciones
de alimentos y combustibles.
Las limitantes – no los incentivos – deben ser aplicados
en la industria corporativa de los agro-combustibles. Si los agro-combustibles
van a ser amigables con el bosque y la alimentación, la industria
de granos, caña y palma aceitera requieren un manejo, regulación
y cumplimiento global estrictos. Estándares fuertes y aplicables
basados en la limitación de las áreas plantadas de agro-combustibles
son una necesidad urgente, así como suficientes leyes anti-monopolio
para prevenir la concentración corporativa. Los beneficios a
largo plazo para el área rural, serán construidos sólo
si los agro-combustibles complementan los planes de desarrollo rural
sostenible a nivel local, regional y nacional.
Construyendo la soberanía alimentaria y energética
La Transición Corporativa de los Agro-Combustibles no es inevitable.
No existe una razón inherente para sacrificar los sistemas y
equidad de alimentos y combustibles por la industria. Muchas de las
alternativas exitosas enfocadas al aprovisionamiento local, eficiencia
energética y bienestar humano, están actualmente produciendo
alimentos y energía en formas tales que no amenazan los sistemas
alimentarios, el ambiente ni la sobre-vivencia. La pregunta no es si
el etanol o el bio-diesel tienen un espacio en nuestro futuro; sino,
si es que vamos o no vamos a permitir que un puñado de corporaciones
globales transforme nuestros sistemas alimentarios y energéticos,
destruyendo la biodiversidad del planeta y empobreciendo a la mayoría
de sus habitantes. Para evitar esta trampa debemos promover un estado
de transición agraria estable, basada en la re-distribución
de la tierra de tal forma que re-pueble y estabilice las comunidades
rurales deprimidas. Esto incluye una reconstrucción y fortalecimiento
de nuestros sistemas alimentarios locales y la creación de las
condiciones para la re-inversión de la riqueza rural. Poner a
la gente y el medio ambiente – en lugar que a las mega - ganancias
corporativas – al centro del desarrollo rural requiere de soberanía
alimentaria: El derecho de la gente de establecer sus propios sistemas
alimentarios.
En ambas áreas, el Norte industrializado y el Sur, cientos de
miles de productores y consumidores están activamente organizados
para la defensa de sus derechos en la salud y de alimentos culturalmente
apropiados producidos de manera ecológica y por métodos
sostenibles. Ellos también están re-construyendo un sistema
local de alimentos de forma que la mayor parte los ingresos económicos
y beneficios de estos sistemas se mantengan a nivel local – no
en los cofres corporativos de las agroindustrias inmensas y distantes.
Ellos están haciendo a las corporaciones agroindustriales responsables
por las externalidades que sus industrias imponen sobre las personas
en forma de hambre, destrucción ambiental y salud debilitada
por los alimentos procesados baratos. Los movimientos sociales de reforma
agraria, derechos de los indígenas, agricultura sostenible campesino
a campesino, comercio ético, mercados campesinos, agricultura
apoyada por las comunidades, agricultura urbana y desarrollo de sistemas
alimentarios en los barrios, son unos cuantos ejemplos de los amplios
y multifacéticos esfuerzos por la soberanía alimentaria.
Organizaciones como Vía Campesina, el Movimiento Sin Tierra (MST)
del Brasil, la Federación de Cooperativas del Sur de Agricultores
Afro-Americanos, y la Coalición Comunitaria por Alimentos y Justicia
(Estados Unidos) están transformando la voluntad social desde
estos movimientos rurales y urbanos en voluntades políticas –
creando un cambio en sus visiones.
Los movimientos defensores de la soberanía alimentaria están
ya reclamando justicia al boom de los agro-combustibles. Cuando el presidente
de los Estados Unidos, George Bush visitó Brasil para establecer
una alianza sobre etanol con el presidente Lula, 700 mujeres de Vía
Campesina protestaron ocupando el molino de caña de Cargill en
Sao Paulo. Pero el desmantelamiento de la perversidad de los agro-combustibles
implica cambiar la Transición Corporativa de los Agro-Combustibles
por una transición agraria que beneficia a las comunidades rurales
– una transición que no drene el bienestar del área
rural; pero que ponga recursos en las manos de las personas rurales.
Este es un proyecto de largo impacto. Un buen siguiente paso sería
una moratoria global en la expansión de los agro-combustibles
corporativos. Tiempo y debate público son necesarios para asesorar
el impacto potencial de los agro-combustibles y desarrollar estructuras
reguladoras, programas e incentivos para la conservación y alternativas
de desarrollo de alimentos y combustibles. Necesitamos tiempo para fraguar
una mejor transición – una transición agraria la
soberanía alimentaría y energética.