Relatora
de las naciones unidas cuestiona los cultivos transgénicos
La
relatora especial de las naciones unidas al derecho a la alimentación,
Hilal Elver cuestionó a los transgénicos en su misión
oficial a las filipinas
En
su visita de visita de una semana a las Filipinas, donde la relatora
evaluó los problemas de la alimentación que enfrenta
ese país, expresó su oposición al uso de Organismos
Genéticamente Modificados (OGM).
En
una rueda de prensa Hilal Elver dijo que hay una serie de preguntas
que siguen sin respuesta sobre el enfoque de OMG, incluidos los
efectos en la salud a largo plazo y los modelos de negocio practicados
por las empresas multinacionales de semillas .
"Los
OGM son una cosa enorme y hay una gran discusión sobre el
tema. Estoy en contra de los transgénicos por varias razones
... No sabemos los efectos en la salud de los OMG en el largo plazo
", dijo la Sra. Elver a los periodistas.
Añadió que la defensa agresiva a las patentes de semillas
por parte de las empresas multinacionales, ha hecho que los pequeños
agricultores sean acusados de violar sus derechos de propiedad intelectual.
Ella
añadió que las empresas "Se llevan las semillas
de los agricultores , y las empresas hacen un negocio de ellas".
Por estas razones, "el uso de los OGM debe ser estudiado cuidadosamente,
y, no estoy segura de si se deben aceptar", dijo.
La
reportera especial, que es parte del mayor órgano de expertos
independientes en el sistema de Derechos Humanos de la ONU, lanzó
el informe final con sus conclusiones de la misión a Filipinas,
el 20 de febrero. La Sra Elver informó que este informe se
enviará al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en marzo
del 2016.
Las declaraciones de la representante de la ONU son hechas cuando
en las Filipinas hay una lucha para lograr la autosuficiencia en
arroz, y desencadenan una respuesta de las partes interesadas que
defienden los métodos de modificación genética
(es decir, los cultivos transgénicos).
Entre estos actores se encuentra el Instituto Internacional de Investigación
del Arroz (IRRI), con sede en Los Baños – Filipinas
(que pertenece al sistema CGIAR).
En un comunicado enviado por correo electrónico a Business
World por su Jefe de Comunicación, Antonio G. Lambino II,
se dice que algunos cultivos - sobre todo de arroz - no tienen suficiente
valor nutricional en su forma original, por lo que es necesario
fortalecer estos alimentos básicos (con modificación
genética). El comunicado añade que "La única
ventaja de la modificación genética reside en su capacidad
de incorporar nuevos genes con características útiles
en nuevas variedades de arroz. Estos incluyen genes de plantas y
organismos no relacionados con el arroz que no podía ser
transferida mediante otros métodos de mejoramiento”.
Esta afirmación es extraña pues el arroz ha sustentado
la alimentación de millones de personas en los últimos
milenios. Con una alimentación balanceada que incorpore los
micronutrientes que posiblemente le falten al arroz, y que la gente
los ha venido consumiendo en sus dietas tradicionales, puede superarse
una posible falta de nutrientes.
Por otro lado, en septiembre del 2014, la Red por una América
Latina Libre de Transgénicos, junto con la Red del Tercer
Mundo y el Centro Africano por la Bioseguridad envío a la
Relatora Hilal Elver un comunicado expresando su preocupación
por los impactos que los cultivos transgénicos están
produciendo en el derecho a la alimentación.
Entre los aspectos señalados en el comunicado se
destacan los siguientes:
Existe el mito de que los transgénicos son necesarios para
alimentar a la creciente población mundial: los cultivos
transgénicos (en especial el maíz y la soja) se utilizan
fundamentalmente en alimentación animal. A nivel global,
la producción de maíz y soja transgénicos destinados
a alimentación animal ha sido cada vez mayor. En Argentina,
la producción de ganado vacuno ha disminuido para producir
soja transgénica que se exporta a Europa y China como forraje.
Globalmente, el 40% de la producción de soja y cereales está
destinada a la producción de forraje, cuando con esa cantidad
se podría alimentar a 3.500 millones de personas.
Es más, un porcentaje cada vez mayor de la producción
transgénica se dedica a la obtención de biocombustibles.
Según la ISAAA, el 30% del maíz transgénico
cultivado en Estados Unidos se destina a la producción de
etanol. En Argentina y Brasil también está aumentando
el volumen de soja que se dedica a la producción de biodiesel.
Le recordamos a la relatora que su antecesor, Oliver de Shutter,
afirmó en su informe final que: "Los sistemas alimentarios
globales, conformados con el objetivo de maximizar la eficiencia
y producir en grandes cantidades, no han conseguido tener en cuenta
los aspectos relativos a la distribución. Los incrementos
en la producción superaron con creces el crecimiento poblacional
en el período de 1969 a 2000. Pero estos aumentos trajeron
consigo la especialización de cada región en un rango
relativamente estrecho de productos, un proceso alentado por el
crecimiento del comercio internacional de productos agrícolas.
Las elecciones en cuanto a tecnología y legislación
asociadas a este proceso tuvieron como consecuencia la concentración
de los beneficios en manos de grandes terratenientes y unidades
de producción, a costa de los pequeños productores
y los trabajadores sin tierra. Esto tuvo como resultado el crecimiento
de las desigualdades en áreas rurales y la falta de atención
hacia las verdaderas causas fundamentales de la pobreza”.
Creemos que los cultivos transgénicos, enmarcados en este
tipo de sistemas de alimentación globales, en los que son
empleados como pienso o biocombustibles, han contribuido escasamente
a alimentar a los más hambrientos.
Los cultivos transgénicos con resistencia a herbicidas desplazan
a otros cultivos no transgénicos: el modelo promovido por
el uso de semilla transgénica está encaminado al monocultivo.
El uso intensivo de herbicidas en las variedades resistentes a éste
hace imposible el intercalar cultivos. En Argentina, se observó
en 1995 que mientras que el área cultivada con soja transgénica
había crecido un 175%, la superficie dedicada a otros cultivos,
de los que depende la seguridad alimentaria del país, como
las alubias, disminuyó un 52%. En Paraguay, la mandioca y
la alubia, dos elementos muy importantes en la dieta de la población,
han sufrido una drástica disminución en el área
cultivada debido a la expansión de la soja transgénica.
El uso excesivo de herbicidas tiene como consecuencia serios impactos
en los agroecosistemas que rodean a los cultivos, y existen numerosos
casos de sistemas agrícolas no transgénicos que se
están viendo desplazados por los cultivos genéticamente
modificados. Esto se debe, en parte, a la consolidación de
las explotaciones más grandes, ansiosas por aprovecharse
del boom de la soja y pasarse a cultivar soja transgénica,
a costa de las explotaciones familiares. Dado que los cultivos transgénicos
se tratan con pulverizaciones aéreas, otros cultivos no transgénicos
también desaparecen al no poder soportar las aplicaciones
de herbicida.
Las semillas transgénicas no están diseñadas
para apoyar la agricultura campesina o ecológica, sino para
hacer la agricultura industrializada más eficiente. Por otra
parte, las semillas tradicionales pueden ser contaminadas con los
transgenes procedentes de los OGMs. En Brasil, los productores de
semilla del Movimiento de Pequeños Agricultores han encontrado
problemas para vender su semilla en el Programa Estatal de Abastecimiento
debido a la contaminación genética.
Los cultivos transgénicos acaparan la tierra: En países
en los que se han adoptado los cultivos transgénicos a gran
escala, en especial los que contienen rasgos de resistencia a herbicidas,
el modelo implementado consiste en lo siguiente: semilla transgénica
resistente a herbicidas12, pulverización aérea con
glifosato u otros herbicidas, siembra directa y agricultura de precisión.
Dada la gran inversión necesaria para poner en marcha este
modelo, sólo puede ser rentable si se lleva a cabo a gran
escala. Como consecuencia, en 2013 las plantaciones con semilla
transgénica alcanzaron los 175,3 millones de hectáreas
a nivel mundial, bajo un modelo de producción basado en el
latifundio, que ha producido una gran concentración de la
tierra y ha terminado por desplazar a los pequeños propietarios.
En Paraguay, el 75% de la soja transgénica es producida en
parcelas de más de 100 hectáreas, pertenecientes a
grandes terratenientes. Por otra parte, 1.500.000 de los habitantes
del país poseen solamente el 6% de su territorio.
Los cultivos transgénicos aumentan el uso de pesticidas:
la aplicación de glifosato y otros herbicidas ha aumentado
drásticamente en EEUU, Brasil, Argentina, Paraguay y otros
países en los que se han cultivado semillas transgénicas
resistentes a ellos. Debido al uso excesivo de un sólo tipo
de herbicidas, existen ahora millones de hectáreas de cultivo
transgénico infestadas con "super-malezas" tolerantes
al glifosato. Como respuesta a esta epidemia de supermalezas, hay
toda una nueva generación de cultivos transgénicos
tolerantes a herbicidas aún más tóxicos (como
el dicamba, 2,4-D, isoxaflutol, imidazolinona o inhibidores de ALS)
esperando a ser aprobados. De hecho, 14 de los 20 cultivos transgénicos
pendientes de aprobación en EEUU en este momento son resistentes
a herbicidas, algunos de ellos a tres herbicidas: 2,4-D, glifosato
y glufosinato.
El impacto sobre la población que vive en la zona de influencia
de las aplicaciones es también devastadora, y a menudo fatal.
Solamente en Argentina, los 12 millones de personas que viven en
áreas de influencia de cultivos transgénicos se ven
expuestos a millones de litros de glifosato al año. Estos
efectos están ampliamente estudiados: por ejemplo, en el
caso del Barrio Ituzaingó en la provincia de Córdoba
- Argentina, un estudio llevado a cabo en 2001 encontró 169
casos de cáncer y 30 muertes, así como una alta incidencia
de otras enfermedades relacionadas con la contaminación como
el lupus, problemas de tiroides y linfoma no Hodgkin, entre otros.
En otro estudio llevado a cabo en 2011, se encontró que el
33% de la población moría debido a tumores, en una
población de sólo 5.000 personas.
Toda esta problemática crecerá con la introducción
de nuevos cultivos transgénicos resistentes a herbicidas
más peligrosos.
No hay ninguna tecnología que tenga un mayor impacto tanto
en el medio ambiente como en el derecho a la alimentación
como la que está basada en semillas genéticamente
modificadas, especialmente semilla transgénica resistente
a herbicidas.
Control de la semilla.- Se han planteado algunas preocupaciones
graves sobre la posibilidad de que el monopolio de las semillas
a través de los derechos de propiedad intelectual, como es
el caso de las semillas transgénicas, pudiera poner en peligro
los sistemas locales de semillas. De hecho, estos sistemas tradicionales
podrían beneficiarse del uso integrado de los nuevos avances
en el área de la mejora vegetal, o por otra serie de nuevas
técnicas de comunicación y distribución. Pero
se ha observado que estos sistemas, y las semillas en cuestión,
están mejor adaptados a las circunstancias de cada zona.
La particularidad de las semillas transgénicas radica en
que podría amenazar la disponibilidad local y la propia existencia
de las semillas tradicionales. El flujo de transgenes podría
poner en peligro la diversidad de cultivos locales y hay pruebas
documentadas de flujos de transgenes que ya han tenido lugar, por
ejemplo el caso del maíz mexicano37, lo cual tiene implicaciones
muy serias, en especial para los centros de origen y diversidad
genética. Es más, el aumento de la resistencia de
las malezas que ha tenido lugar de forma paralela al uso de cultivos
transgénicos resistentes a herbicidas podría tener
también efectos negativos sobre la resiliencia de las variedades
vegetales locales, lo cual podría poner aún más
en peligro el ecosistema.
Le recordamos que el Relator de Shutter en un informe que presentado
ante la Asamblea General de la ONU sobre la "Regulación
sobre Semillas y el Derecho a la Alimentación" advirtió
de que las grandes empresas biotecnológicas no sólo
están privando a los agricultores pobres de los insumos necesarios
para su subsistencia, sino que también están empujando
al alza los precios de los alimentos. Usted añadió:
"Una protección excesiva de los derechos de propiedad
intelectual en la agricultura es un obstáculo para la innovación,
más que un incentivo". La gran mayoría de patentes
de semillas pertenecen a empresas con sede en los países
del norte, como Monsanto. El aumento de la dependencia de variedades
comerciales de semilla, monopolizadas por unas pocas empresas multinacionales,
podría perjudicar muy severamente a los pequeños productores
de países en desarrollo. Esto ha llevado a una situación
en la que "se da demasiada importancia al desarrollo de nuevas
plantas, genes y semillas, y demasiado poca a las tecnologías
de recolección, de irrigación, y a los sistemas agroforestales
o agroecológicos que pueden aumentar la producción
sin recurrir al uso de alta tecnología”.
A la luz de lo anteriormente descrito, las organizaciones solicitamos
a la Relatora que se lleven a cabo las siguientes acciones:
1) Tener presente este comunicado e incluir esta cuestión
en sus futuros informes.
2) Hacer llegar este comunicado al Relator Especial sobre el derecho
a los alimentos y fomentar la inclusión de esta cuestión
en futuros informes del Relator Especial.
3) Como consecuencia de lo anterior, entablar contacto con aquellos
Estados en los que se cultivan o comercializan cultivos transgénicos
resistentes a herbicidas, o donde estos cultivos se encuentren en
proceso de aprobación, y solicitar que lleven a cabo las
siguientes recomendaciones:
a) Solicitar que los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Sudáfrica
y Estados Unidos, así como cualquier otro gobierno relevante,
pongan en marcha un estudio exhaustivo, independiente y transparente
sobre el impacto medioambiental, socioeconómico y sobre la
seguridad de los cultivos genéticamente modificados diseñados
para ser resistentes al herbicida 2,4-D de Dow Chemicals, así
como a otros pesticidas, antes de otorgar ninguna nuevo permiso
para el cultivo comercial, la importación o exportación
de estos cultivos y sus productos;
b) Recomendar que este estudio sea llevado a cabo por un equipo
multidisciplinar de expertos, elegidos por estos gobiernos tras
haberlo consultado con la población de sus respectivos países
de una forma abierta y transparente;
c) Recomendar a los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Sudáfrica
y Estados Unidos, así como a otros gobiernos relevantes,
que no otorguen ningún nuevo permiso relacionado con dichos
cultivos transgénicos, hasta que el estudio mencionado anteriormente
en el párrafo 3(a) se haya completado de forma satisfactoria
y se hayan hecho públicos los resultados que muestren que
no existe ningún efecto negativo sobre el derecho a la alimentación.
d) Solicitar al gobierno de Sudáfrica que se retracte de
su decisión de otorgar permisos para la importación
de la variedad DAS-40278-9 de maíz transgénico de
Dow Chemical (también conocida como maíz 2,4-D) para
alimentación humana, animal y productos procesados
e) Recomendar a los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Sudáfrica
y los EEUU que pongan en marcha procesos de compensación
para todos los que ya han visto alterados su salud y bienestar como
consecuencia de la exposición a los cultivos transgénicos
resistentes a glifosato que se cultivan en la actualidad en estos
países; y
f) Recomendar a los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay, Sudáfrica
y los EEUU que tomen de inmediato medidas apropiadas para la restauración
de los ecosistemas que ya han sido dañados por el uso de
glifosato en combinación con cultivos transgénicos
tolerantes a herbicidas.
Es hora de retomar estos pedidos.
Elizabeth
bravo
Fuentes:
Alden
M. Monzon.UN official says questions remain on GMO health impact,
business practices, Reporter. 27 de febrero 2015
Comunicado dirigido
a la Relatora Especial al Derecho a la Alimentación, dirigido
por la Red del Tercer Mundo, el Africa Centre for Biosafety y el
Third World Network. Septiembre 2014.