"Los
juguetes" de José Morosoli
Juan José Morosoli
( 1899-1957) nació en la ciudad de Minas, Lavalleja.
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Cuando mi madre estuvo
grave, nosotros salimos de nuestro hogar. Mi abuela se llevó
a mis hermanos más chicos y yo fui a la casa que era la más
lujosa del pueblo. Mi compañero de banca vivía allí.
La casa no me gustó
desde que llegué a ella.
La madre de mi compañero
era una señora que andaba siempre recomendando silencio. Los
criados eran serios y tristes. Hablaban como en secreto y se deslizaban
por las piezas enormes como sombras. Las alfombras atenuaban los ruidos
y las paredes tenían retratos de hombres graves, de caras apretadas
por largas patillas.
Los niños
jugaban en la sala de los juguetes sin hacer ruido. Fuera de aquella
sala no se podía jugar. Estaba prohibido. Los juguetes estaban
alineados cada uno en su lugar, como los frascos en las boticas.
Parecía que
con aquellos juguetes no hubiera jugado nadie. Yo hasta entonces había
jugado siempre con piedras, con tierra, con perros y con niños.
Pero nunca con juguetes como aquellos. Como no podía vivir
allí, mi padrino don Bernardo me llevó a su casa.
En lo de mi padrino
había vacas, mulas, caballos, gallinas, un horno de cocer pan
y un cobertizo para guardar el maíz y alfalfa. La cocina era
grande como un barco. En el centro tenía un picadero de leña
enterrado en el suelo. Cerca de la chimenea una llanta de carreta
reunía pavas, parrillas y hombres. Pájaros y gallinas
entraban y salían.
Mi padrino se levantaba
a las cinco de la mañana, y comenzaba a partir la leña.
Los golpes que daba con elhacha resonaban por toda la casa. Una
vaca mimosa venía hasta la puerta y mugía apenas lo
veía. Luego un concierto de golpes, balidos, gritos, cacarear
y batir de las alas, conmovían la casa. A veces al entrar en
las piezas, el vuelo asustado de un pájaro que se sorprendía
nos paraba indecisos. Era una casa viva y trepidante.
La leche espumosa
y el pan casero, suave y dorado, nos acercaba a todos a la mesa como
a un altar.
Nuestras mañanas
transcurrían en el granero oloroso de alfalfa. De unos agujeros
altos, que el sol perforaba, caían hacia el piso unas listas
de luz donde danzaba el polvo.
Las ratoneras entraban
y salían por todos lados, pues allí había muchísimas.
En casa de mi padrino
supe que los juguetes y los juegos que hacen felices a los niños
no están en las jugueterías.
APOYAN:
Este proyecto
es apoyado por el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo
para el Medio Ambiente Mundial (implementado por el Programa de la
Naciones Unidas para el Desarrollo) y la Dirección Nacional
de Medio Ambiente.