La víbora
y el tatú
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Cuento elaborado
colectivamente por el ex maestro de La Escuela Nº 39, La Calera,
Gerardo R. Alzugaray Gómez y un grupo de alumnos de sexto año
Capítulo
1
La víbora que quiere
engordar
La víbora come mucho pues
desea engordar para que su novio el tatú la encuentre más
bonita.
Un día que estaba lloviendo,
se metió en una cueva y de pronto llegó el tatú
a su casa.
La víbora se había acostado a dormir. El tatú
hizo lo mismo. De repente sintió unas rosquillitas y empezó
a cantar: ¡Cosquillitas, cosquillitas!.
Ahí fue que se enamoró
Empezó a levantarse sigilosamente.
- ¡Sal de aquí flaca
descarnada! – le dijo, en tono poco amable.
La víbora se marchó
rumbo a su cueva y pensaba: - Qué atrevido ese tatú,
decir que estoy flaca, si ayer aumenté cien gramos. No me rendiré,
mañana iré de nuevo a su casa!-
Mientras tanto, el tatú
en su cueva, meditaba: -¿Por qué esa víbora flaca
y descarnada, entró a mi casa?-
Al otro día la víbora
se puso una mini cortita, una blusa corta y el zapato de taco alto
y se fue a la cueva de su enamorado. Limpió la casa, entró
la cama y la tendió. Preparó té de marcela porque
había cazado un apereá gordazo para invitarlo a cenar.
Luego se sentó a esperarlo, mientras silbaba: ¡Cosquillitas,
cosquillitas!
Capítulo 2
La cena
Al verla, el tatú pensó:
¿Qué hará esta víbora aburrida, insistente,
otra vez en mi casa? Luego le preguntó:
- ¿Qué haces aquí?
–
La víbora pensaba: - ¡Ya
llegó mi amado! – por eso contestó con una voz
suave y agradable:
-¡Te estoy esperando para
cenar. Ordené toda la casa! –
- ¿Quién te pidió que lo hicieras? – preguntó
el tatú, haciéndose el ofendido.
- Pensé que estarías cansado al llegar, pero no te enojes
que lo hice con gusto y ganas – contestó la víbora.
- Yo no preciso empleada pues no me canso tan fácilmente. Si
hago la tarea todos los días, ¿por qué no la
puedo hacer hoy? – respondió el tatú, acentuando
el tono grosero del principio.
- No dije que no pudieras, yo solo quise ayudarte – contestó
la víbora, siempre amable.
- Sí, sí, sí; pero me entraste la cama que estaba
húmeda –
- Dejemos de discutir y vamos a cenar – invitó la víbora.
- ¿Qué hay para cenar? – preguntó el tatú
- Hay un apereá a la “cruda” – contestó
la víbora.
- ¡Eso es un asco! Dijo el tatú, mientras hacía
un gesto de desaprobación.
- ¿Un asco es lo que comes tú! – respondió
la víbora, bastante fastidiada por el trato del tatú.
- ¿Si viniste a criticarme, mejor vete, flaca descarnada! –
le respondió el tatú, siempre en tono áspero.
- Me voy gordo desagradecido, pero para que sepas tengo nombre. Me
llamo Juanita-
Capítulo 3
El tatú se disculpa
El tatú piensa: -¿Por
qué la traté de ese modo? Me arregló la casa,
me invitó a cenar y lo único que se me ocurrió
fue tratarla mal. La verdad es que estoy medio gordo. Si queremos
entendernos tendré que pedirle disculpas. Iré mañana
porque ahora es de noche. Me levantaré temprano para juntar
un ramo de flores. ¿Ella no me correrá?-
Al otro día temprano para
el tatú, cerca de las diez de la mañana, iba para la
casa de Juanita y mientras recogía flores no dejaba de pensar:
¿Cómo me irá a recibir? ¿Cómo me
recibirá? –
Le preguntó a una víbora
vieja dónde vivía juanita. Cuando llegó no creía
lo que vio. Juanita estaba de charla con un viborón. Ella lo
vio llegar y lo llamó para presentarlo.
- ¡Ven tatú que voy
a presentarlos!-
- ¡Cómo te atreves! ¿No te da vergüenza?
Además tengo nombre, me llamo Gumersindo-
- ¿Por qué me va a dar vergüenza presentarte a
mi hermano? –
Gumersindo quedó tan desacomodado que hasta el caparazón
quedó colorado.
Juanita haciéndose la canchera le preguntó: -¿Estas
flores son para mí?-
Gumersindo le contestó tartamudeando: - Ah, eh, oh. Sí,
sí, sí. Laaas tra traaaje paaara t ti!
- ¿Qué andas haciendo, pasa? – invitó Juanita.
- Vine a pedirte disculpas por mi comportamiento- contestó
el tatú, pero no pudo pasar a la casa porque la cueva de la
víbora era muy chica. Entonces se le ocurrió una idea.
- ¿Quieres que te haga una casa como un palacio?-
- ¿Puedes hacerlo? ¿Por qué querrías hacerlo?
– contestó Juanita.
El tatú se avivó:
-¡Por lo mismo que tú
arreglaste mi casa! –
La víbora le respondió
haciéndose la interesante, -¡Voy a pensarlo… Volvé
mañana!-
Capítulo 4
La construcción
del palacio
Gumersindo llegó a su casa
un poco nervioso. Mientras aprontaba el mate de Yerba de la Piedra
se puso a pensar en que le contestaría Juanita sobre la construcción
de la casa.
-¿Qué me contestará?
– Un momento pensaba que sí y otro que no. Se fue a descansar
y no podía dormir. Meditaba como desearía la casa Juanita
si le contestaba afirmativamente.
Juanita se sentía como
paseando por la luna, volando sobre el mar. - ¡Sí! Anhelo
que Gumersindo me construya la casa-
Se levantó temprano a dibujar
el plano.
Gumersindo pegó el madrugón de su vida. Se levantó
a las ocho de la mañana. Nervioso en espera de la respuesta
de Juanita.
Llegó y le roncó.
Juanita se asustó porque no sabía lo que era y bichó
por entre unos pastos.
- ¡Qué susto me diste,
no sabía quien era! – dijo Juanita.
- Perdóname, no quise asustarte, solo llamarte. ¿Quieres
que te construya el palacio? - expresó Gumersindo.
- ¡Sí. Claro que sí. Anhelo que lo hagas! –
le respondió emocionada. –Aquí tengo el plano.
Así es como quiero mi palacio-
-¿Qué espero para comenzar?- dijo Gumersindo, encantado
por la respuesta de Juanita.
-Primero sacaré las cosas- dijo Juanita y entró a su
casa.
- ¡A trabajar! Manifestó Gumersindo dispuesto a ayudarla.
Gumersindo comenzó a escarbar,
mientras Juanita silbaba ¡Cosquillitas, cosquillitas!
Trabajó hasta la noche. Juanita entró su cama a la parte
del palacio ya construída por el tatú y se acostó
a dormir.
Al otro día Gumersindo
volvió a madrugar. A las ocho se fue a la casa de Juanita a
terminar el trabajo. Ella quedó muy contenta con su palacio.
Pensaba como le agradecería todo lo que hizo por ella.
- Te prepararé un té
de marcela- dijo Juanita.
- Bueno. ¿Quieres que te ayude a decorar el palacio?- contestó
el tatú.
- Claro que sí. Gracias. Te invito a cenar mañana alrededor
de la hora veintiuno y treinta. También vendrá mi hermano-
le dice Juanita con tono sugestivo.
- Acepto encantado, pero esta vez que el apereá sea más
flaco-
Capítulo 5
El baile
Al otro día a la hora doce
Gumersindo estaba en la puerta del palacio roncando para llamarla.
En ese momento Juanita ponía la mesa y olvidada del llamado
de él, dio un salto, tembló por dentro con un sacudón
en la panza, pues todavía no se acostumbraba al ronquido de
su amado. Sale y dice:
- ¡Me asustaste de nuevo!-
- Se supone que sabías que vendría. ¿O esperas
a alguien más?-
- No. Lo que pasa es que nunca me acuerdo que roncas-
- No solo ronco. También tengo otras cualidades-
- ¿Cómo cuáles? – pregunta Juanita.
- Por ejemplo: ¡Bailo muy bien!- responde Gumersindo.
- ¡Ah! Que casualidad, también bailo muy bien- dice Juanita
y acompaña su apreciación con un gesto picaresco.
- Si quieres podríamos ir a bailar esta noche- dice el tatú.
- ¡Claro que quiero, hace mucho tiempo que no bailo!-
- Entonces paso a buscarte alrededor de la hora veinte- dice Gumersindo.
- Bueno. Está bien- responde Juanita.
Se despiden y mientras camina
Gumersindo piensa. A Juanita la voy a cansar bailando y después
aprovecho para acompañarla hasta su casa. Seguramente irá
vestida de top y Alda, así que yo voy a ir de vaquero y remera.
Entretanto Juanita piensa que
va a deslumbrar a Gumersindo con el vestido que se pondrá.
Antes de la hora veinte Gumersindo
sale rumbo a la casa de Juanita. Ronca para llamarla. Cuando ella
sale Gumersindo queda con la boca abierta: ¡Juanita estaba hermosa!
- ¡Vamos!- le dice ella.
- ¡Seguro! – responde Gumersindo, todavía no repuesto
de la sorpresa de encontrarla tan bonita.
Llegan al baile y todos sus amigos
los miran sorprendidos: víboras, tatúes, mariposas,
lechuzas, sapos, ranas, mulitas, cardenales, zorros, carpinchos, perdices,
teros, ratones, zorrillos, grillos, nutrias, y muchos otros. Los chajás
estaban de guardia.
Todos los miraban con ojos grandes, asombrados, al ver a una víbora
y un tatú juntos.
A unos pasos de la entrada se
encuentran con Pirujo, el cardenal, un viejo amigo de Gumersindo,
quien le pregunta:
- ¿Qué andás
haciendo por aquí?-
- Ando por bailar con Juanita. ¡Ah. Este. Bueno! Te presento
a Juanita-
Pirujo quedó muy a gusto
con la compañera de su amigo, pero no salió volando
pues recordó la regla de los bailes. Doce horas antes y doce
horas después, no se pueden comer unos a otros.
- ¡Qué hermoso lugar!
– exclama Gumersindo.
- Sí. Es muy bonito. – dice Juanita- Y hay muchos conocidos-
Gumersindo le habla con voz dulce:
-¡Qué linda música!
Es como para enamorados!-
La tatusa Perica echaba chispas,
pero no tuvo más remedio que reconocer que la víbora
estaba muy elegante.
La orquesta tocaba muy bien. Eran
grillos, sapos, lechuzas, palomas, chicharras, guitarreros. La batería
era un pica palo y un tucu tucu. Los cantores eran: Pirujo, el cardenal,
amigo de Gumersindo, la calandra y la urraca.
Gumersindo le hablaba a Juanita
amorosamente:
-¡Bailamos!-
- Seguro. Pero vamos a bailar suave. Estoy muy nerviosa y tengo miedo
de perder el ritmo-
Comenzaron a bailar despacio y
suave. Al cabo de un rato Juanita parecía un resorte y Gumersindo
detrás de ella, una locomotora. Gumersindo estaba muy contento,
pero al cabo de un rato, comenzó a perder el paso, y a escarbar
pozos por todas partes. Todos comenzaron a reir. A Juanita se le cayó
el collar y al intentar levantarlo, Gumersindo trabó la cabeza
en uno de los pozos y se dio vuelta, quedó panza arriba y aunque
pateaba para darse vuelta no lo lograba. Logró zafar de esa
posición con la ayuda del zorro Pirulo.
-¡Qué me pasa. Estoy
mareado. Debes llamar a mi amigo, cardenal. El sabrá lo que
me pasa! – dice Gumersindo.
Juanita le contesta:
- Estás mareado pues bebiste
algunas copas de más. Cuando llegamos tomaste varias caparazones
de jugo de madreselva y pitanga-
-¡Eso que tiene que ver! Contesta Gumersindo, con la voz trabada.
Él no sabía el efecto del jugo de madreselva y pitanga
pues nunca había bebido anteriormente.
-¿Cómo que qué tiene que ver?- dice Juanita.
- Si. Si. ¿Qué tiene que ver?-
- ¡No me vas a decir que nunca habías bebido!-
- No. Nunca- responde el tatú
Gumersindo y Juanita se sentaron
al costado de la pista de baile. En una mesa al lado estaban la rana
Susana y el sapo Ricardo.
Gumersindo, deslumbrado por Juanita,
le dice:
-¡Qué elegante estás,
con ese vestido impresionante y luminoso, que combina con tu zapato.
Te distingues entre todos. Me siento orgulloso de ti-
Juanita se sonrojaba.
- Esas palabras tan cálidas
me hacen muy feliz-
Gumersindo casi sin esperar a
que Juanita terminara de hablar, vuelve a halagarla:
- Aún tengo muchas cosas
para decirte. Tus ojos son tan azules como el mar y tu piel es maravillosa
con ese color verdoso que parece estar siempre húmedo-
La rana Susana entendió
que las palabras del tatú estaban dirigidas a ella y se lo
comunicó a Ricardo, su novio. El sapo se infló de rabia
y arrastrando la panza contra el suelo, atropelló a Gumersindo
y trató de empujarlo.
- ¿Qué dijiste de
mi novia? ¡Parate que te deshago tatú ridículo!-
Gumersindo no salí de su
asombro. No entendía nada, y había sorpresa y un pedido
de explicación en su mirada. El sapo, más enojado aún
y confiado por la actitud de Gumersindo, saltó encima de la
mesa, con tanta mala suerte que volcó un caparazón de
jugo de madreselva y pitanga encima del vestido de Juanita. Ella,
impulsivamente, le dio un coletazo a Ricardo, que lo arrojó
contra el cardenal. Pirujo se sorprendió tanto que le lastimo
el lomo de un picotazo. El sapo Ricardo, enceguecido, atropelló
al cardenal y a Juanita. Gumersindo intervino rápidamente para
defenderlos y se paró adelante. El sapo chocó violentamente
contra la coraza del armadillo y se golpeó tan fuerte que cayó
de lomo. Quedó tirado en el piso, a punto de desmayarse, blandito,
como una gelatina recién preparada.
Gumersindo se apiadó de
él, lo levantó, lo llevó al baño y lo
mojó con agua fría, para que volviera en sí.
Regresó donde estaba Juanita que lo esperaba ansiosa. En el
camino se cruzó con el lagarto que le preguntó:
-¿Porqué no lo reventaste?-
Gumersindo le contestó:
- Yo no vine a pelear, vine a
divertirme-
Juanita lo miró profundamente
y le dijo:
- Desde el día que te oí
cantar me agradaste mucho. Pero tu actitud de hoy me ha dejado deslumbrada,
por tu forma de ser-
- ¡Y yo, estoy enamorado de ti! ¿Quieres casarte conmigo?-
pregunta Gumersindo.
Juanita da un salto y con un silbido:
- ¡Anhelo casarme contigo!
Fue tanta la alegría de
Gumersindo y roncó tan fuerte que temblaron las paredes.
Luego todos los presentes comenzaron a bailar para festejar la decisión
de ambos
Capítulo 6
Las despedidas de soltero.
La boda.
Quince días después
del baile, faltaban solo tres para la boda. Juanita fue a buscar al
costurero de la araña Petunia y de la oruga Ursula. Al verlo
Juanita se sinitó encantada.
En la confitería de las
abejas encargaron los dulces. Los saladitos los prepararían
las hormigas. El licor de madreselva lo harían los picaflores.
La orquesta sería la misma del baile. Para la decoración
del salón contrataron a los horneros y sus socios las cotorras,
quienes se encargarían de recolectar las flores para que los
horneros decoraran el lugar. Todos andaban muy atareados con los preparativos.
Los días se pasaban volando.
La noche antes de la boda Gumersindo
y Juanita, se reúnen por separado con sus amigos para sus despedidas
de soltero.
La despedida de Gumersina fue
en la mina donde él trabaja. Se reúne con sus amigos:
el tucu tucu, el sapo, el mulito, el zorro, el lagarto y el cardenal.
Lo más destacado fue la broma que le hicieron. Le dicen que
entre a la mina a sacar un racimo de uvas que dejaron adentro. Entonces
le taparon la entrada con una loza de piedra. Adentro, escondido,
estaba Pirulo, el zorro. Cuando Gumersindo se agacha para tomar el
racimo de uvas, el zorro le salta encima, en la oscuridad. Gumersindo
salió “alto la ficha”. Cuando venía hacia
arriba, sacaron la piedra, paso “expreso” y cayó
como si le hubieran puesto una zancadilla. Lo apretaron en el suelo,
entre todos, le cortaron las uñas y le pintaron la cáscara.
La despedida de Juanita fue en
el lago. Asistieron Petunia, Ursula y Florcita, la víbora vieja.
A Juanita le quebraron huevos podridos en la cabeza y la rociaron
con harina. Luego la arrojaron al agua. Todas se reían y Juanita
no entendía que les causaba tanta gracia. Cuando se miró
al espejo se dio cuenta que parecía un bizcocho crudo. Juanita
simuló que se desmayaba y cayó en el agua y todas sus
amigas hicieron cadena para ayudarla a salir.
Juanita enredó la cola
en la raíz de un árbol y cuando la primera de ellas
le dio la mano, cinchó con fuerza y todas quedaron desparramadas
en el lago, empapadas y riéndose.
¡Ha llegado el día
tan esperado!
El casamiento se llevará
a cabo en el templo elegido por ellos: un monte natural a orillas
de un arroyo cantarín. Antes de llegar los novios ya esperaban
todos los invitados: todo el bicherío existente.
El día estaba esplendoroso
y el santuario lucía más hermoso que nunca.
Gumersindo llegó y se le
notaba nervioso.
Al rato llegó Juanita acompañada
por su hermano.
La novia estaba deslumbrante en
la sencillez y levedad de su atuendo. Destacaba en su arreglo cientos
de mariposas flotando sobre ella.
Ya habían llegado todos.
Faltaba solo la iguana quien debía guiar el enlace. ¿Qué
le pasaba que no llegaba?
Había ido a la peluquería.
Le pusieron tanto fijador en la cresta en la cresta y la papada que
quedó dura como caracol en invierno. La tuvieron que lavar
varias veces con jugo de ortiga y cuando llegó estaba más
colorada que el tatú, el día que le llevó flores
a Juanita.
La ceremonia dio comienzo.
La iguana entonaba la plegaria
que repetían: primero los novios, luego los padrinos, después
los invitados.
-¡Te rogamos a ti padre
sol. Ilumina por siempre el camino de Juanita y Gumersindo! –dijo
la iguana, y luego todos repitieron en el orden establecido.
-¡Te rogamos a ti hermana agua que los riegues con frescura
y belleza!-
- ¡Les rogamos a ustedes hermanos árboles, no se extingan
nunca y tengan siempre un rincón de sombra y abrigo para ellos!-
- ¡Te rogamos a ti madre tierra, que pisen firme en la vida!-
- Por último, les pedimos, sol, aire, agua, árboles,
tierra, a todos les pedimos que los guíen por el buen camino
y les den fuerza y voluntad para ser felices-
Finalizada la ceremonia, todos
fueron a la fiesta. El decorado era muy especial. Había mucha
colaboración de todos los animales, la música era muy
adecuada, la comida a gusto de cada uno. Fue una fiesta inolvidable
y reinaba la felicidad.
Antes de retirarse los novios,
Juanita se pone de espalda a las muchachas, tira el ramo de flores
y reparte las ligas. Las primeras se las da a las modistas y a la
rana.
De luna de miel se fueron a pasar
unos días a la Quebrada de los Cuervos.
Epílogo
Ha pasado el tiempo. Juanita no
se siente bien y como piensa que tiene un estado gripal concurre al
médico, quien le dice que su estado febril se debe a la época
de postura.
- ¡Tengo una buena noticia
para darte!- le dice Juanita a su esposo.
- ¿Qué sucede?- pregunta Gumersindo.
-¡Puse un huevo! ¡Vamos a ser papás!- le contesta
Juanita, muy emocionada.
Gumersindo se sorprende tanto
y la noticia le produce tanta alegría que en lugar de comer
el trigo muerde la servilleta. No puede callar la noticia un minuto
y sale corriendo a contárselo a sus amigos.
Gumersindo se pasea nervioso.
Faltan pocas semanas para el nacimiento del bebé, pero a él
le parecen años.
La noticia despertó la
curiosidad en todos los animales del campo -¿Cómo sería
el bebé?-
Las opiniones estaban divididas.
Unos decían que se parecería al padre, otros que sería
igual a la madre.
Cuando nació el bebé,
sus padres estaban radiantes de felicidad. La pequeña era un
poco rara, pero a ninguno de ellos les importó, la querían
mucho y era muy bonita.
¡El bicherío estaba
asombrado. Nunca se había visto un animalito así!
La cabeza, el pescuezo y la cola,
eran iguales a los de Juanita, aunque la piel no tenía escamas.
Cuatro patas, como el padre. Caparazón similar al del tatú,
aunque diferente pues también cubre su cuerpo en la parte de
abajo.
Descubren además una rareza.
Cuando se asusta, encierra y guarda en su cáscara: cabeza,
cola y patas.
Los colores son los mismos que
los de sus padres: amarillo, verde y marrón.
Juanita y Gumersindo deciden ponerle
el mismo nombre que el de la diosa protectora de los bebés,
para que la protegiera. La diosa era fuerte como una TOR-menta, suave
como un TU-l, bella como una GA-viota. Se llamará TOR-TU-GA
De la unión de Juanita
y Gumersindo se había creado una nueva especie: ¡Las
TORTUGAS!
FIN
APOYAN:
Este proyecto
es apoyado por el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo
para el Medio Ambiente Mundial (implementado por el Programa de la
Naciones Unidas para el Desarrollo) y la Dirección Nacional
de Medio Ambiente.