Nanoplásticos: contaminan hasta el cerebro
El plástico está en todas partes: en los océanos, en la tierra, en el aire, en el agua potable, en el cuerpo humano, incluidos la leche materna, la placenta, el corazón, el hígado, los riñones y, ahora, en el cerebro. Recientes investigaciones han revelado la presencia de micro y nanoplásticos en tejidos cerebrales, generando interés sobre los efectos que estas partículas podrían tener en la salud de las personas.
Cada año, el mundo produce entre 350 y 400 millones de toneladas de plástico. De esta producción, anualmente se generan 51.7 millones de toneladas de contaminación plástica y 14 millones terminan en los océanos, convirtiéndose en una de las mayores amenazas para la biodiversidad marina.
A pesar de los esfuerzos globales, el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo indica que sólo 9% de todo el desecho plástico se recicla, mientras que 79% se acumula en vertederos o disperso en la naturaleza; además, 12% se incinera, liberando sustancias tóxicas y gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
El plástico no desaparece con facilidad, tarda entre cien, mil años o más en descomponerse, dependiendo de las condiciones ambientales, por ello se fragmentan en partículas microscópicas llamadas micro y nanoplásticos (MNP), que se encuentran en los rincones más remotos del planeta: desde la cima del Everest, las profundidades del océano o en el hielo de los casquetes polares.
Pero las diminutas partículas también se han detectado en seres vivos y en el cuerpo humano.
Una investigación reciente ha encendido las alarmas en la comunidad científica: la presencia de MNP en el cerebro humano.
A pesar de los esfuerzos globales, el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo indica que sólo 9% de todo el desecho plástico se recicla, mientras que 79% se acumula en vertederos o disperso en la naturaleza; además, 12% se incinera, liberando sustancias tóxicas y gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
El plástico no desaparece con facilidad, tarda entre cien, mil años o más en descomponerse, dependiendo de las condiciones ambientales, por ello se fragmentan en partículas microscópicas llamadas micro y nanoplásticos (MNP), que se encuentran en los rincones más remotos del planeta: desde la cima del Everest, las profundidades del océano o en el hielo de los casquetes polares.
Pero las diminutas partículas también se han detectado en seres vivos y en el cuerpo humano.
Una investigación reciente ha encendido las alarmas en la comunidad científica: la presencia de MNP en el cerebro humano.
A inicios de este mes, un estudio publicado en Nature Medicine reveló que, científicos, analizaron 52 muestras de cerebro de 28 personas fallecidas entre 2016 y 2024 y se encontraron MNP en todos los casos. También se estudiaron muestras de tejido hepático y renal.
Las concentraciones estudiadas fueron superiores en los tejidos cerebrales, además, la acumulación en las muestras de cerebro e hígado fueron mayores en las de 2024, en comparación con las de 2016, lo cual indica que han ido aumentando en el tiempo.
Las muestras de cerebro estudiadas, en promedio, tenían alrededor de siete gramos de micro y nanoplásticos, siendo el polietileno, comúnmente utilizado en bolsas y envases, el tipo de plástico más identificado en las investigaciones.
Además, se observó que los cerebros de personas diagnosticadas con demencia presentaban concentraciones más altas de MNP que aquellos sin la enfermedad.
Aunque esta correlación no implica causalidad, sí sugiere la necesidad de investigaciones más profundas para determinar cualquier efecto.
Las vías principales por donde los micro y nanoplásticos podrían llegar al cerebro y a otros órganos son a través de la inhalación e ingestión.
Estudios diversos han demostrado que las diminutas partículas plásticas presentes en el aire pueden ser inhaladas y son capaces de atravesar la barrera hematoencefálica, que es una estructura que protege al sistema nervioso central al regular el paso de sustancias entre la sangre y el tejido cerebral, es decir, previene el ingreso de toxinas y patógenos.
Los MNP pueden permanecer en el aire, especialmente en interiores, donde pasamos gran parte de nuestro tiempo, y la concentración es mayor debido al desprendimiento de plástico de la ropa que usamos a diario, alfombras, muebles y otros productos. Al inhalarlos, viajan por el cuerpo y llegan a órganos como los pulmones, la placenta, los vasos sanguíneos y el cerebro.
Científicos calculan que cada año inhalamos y comemos entre 11 mil y 16 mil partículas de MNP.
Además del impacto en la salud humana, los plásticos están alterando el equilibrio de los ecosistemas de forma devastadora. Cada año, más de un millón de aves y cien mil mamíferos marinos mueren al ingerirlo o al quedar atrapados en residuos flotantes.
Frente a esta crisis, algunos países han tomado medidas, prohibiendo plásticos de un solo uso y promoviendo alternativas biodegradables. Sin embargo, la producción sigue aumentando, impulsada en gran parte por la industria del petróleo y el gas.
Y, aunque parezca una nimiedad, el presidente estadunidense, Donald Trump, dijo que esta semana firmará una orden ejecutiva para revertir el plan de Joe Biden de eliminar gradualmente los popotes de plástico, porque los de papel, aseguró, no funcionan: “¡DE VUELTA AL PLÁSTICO!”, escribió en un mensaje publicado en su red social, Truth Social.
Ahí no para. Trump desmantelará el plan de la administración Biden presentado en julio de 2024 para eliminar gradualmente la adquisición federal de plásticos de un solo uso en envases, operaciones y eventos de servicios de alimentos para 2027, y de todas las operaciones federales para 2035.
Esta acción podría propagarse y revertir esfuerzos por frenar los plásticos. Lo más grave es que, le guste o no a Trump, Estados Unidos es uno de los más grandes generadores de desechos plásticos a escala global.
Ojalá haya resistencias en el mundo y continúen los esfuerzos para disminuir el uso de plásticos.
Lorena Rivera
Febrero 2025