Nuevo estudio internacional demuestra que los microplásticos en el forraje alteran el microbioma ruminal y podrían contaminar carne y leche

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Investigadores europeos detectan que microplásticos en el alimento del ganado provocan estrés microbiano y posibles riesgos para la cadena alimentaria.
- Microplásticos en piensos, suelos y agua.
- Riesgo para microbioma ruminal.
- Fragmentación en el tracto digestivo.
- Posible llegada a carne y leche.
- Impacto en salud animal, costes y seguridad alimentaria.
- Necesidad de regulación y cambios en prácticas agrícolas.
Los microplásticos presentes en el alimento del ganado pueden contaminar la carne y la leche
Los microplásticos se han vuelto tan comunes en los sistemas agrarios que ya forman parte de la rutina diaria de muchas explotaciones, aunque nadie los vea. Partículas dispersas en el suelo, el agua o los forrajes entran en la dieta del ganado sin que ganaderos ni consumidores puedan detectarlas a simple vista. Y una vez dentro del rumen, comienzan a alterar un ecosistema microbiano que sostiene buena parte del metabolismo de los rumiantes.
Los resultados más recientes abren una conversación urgente sobre qué tipo de agricultura se está construyendo y cómo afecta a la calidad de los alimentos que llegan a la mesa. No solo es un problema ambiental. También es una cuestión sanitaria.
Cómo entran los microplásticos en la alimentación del ganado
Equipos internacionales analizaron lo que ocurre cuando distintos plásticos agrícolas, como PLA, PHB, HDPE, PVC y PP, entran en contacto con el fluido ruminal. Son materiales presentes en la vida diaria de las explotaciones: envolturas de ensilado, restos de neumáticos, envases deteriorados o lodos de depuradora usados como fertilizante.
La fragmentación mecánica y la descomposición lenta ayudan a que estos materiales bajen a tamaños que se cuelan por el suelo, suben a las plantas y terminan mezclándose con el heno, la cebada o el silo. Las cifras oficiales sobre su presencia en campos agrícolas siguen siendo difíciles de unificar, pero la Agencia Europea de Químicos ya reconoció en 2023 que la liberación difusa de microplásticos en entornos agrícolas es una de las fuentes más persistentes de contaminación.
El coautor Daniel Brugger, de la Universidad de Zúrich, subraya la necesidad de estudios in vivo, porque el uso global de plásticos continúa creciendo. En otras palabras: si no se conoce cómo se comportan dentro de los animales, es imposible proteger bien a las explotaciones y a los consumidores.
La literatura científica previa ya mostraba que los microplásticos entran en los piensos desde múltiples frentes. Manipulación, maquinaria, polvo, suelo adherido a las raíces. Un problema invisible que, sin embargo, convierte a los rumiantes en indicadores útiles para seguir la pista al viaje de los plásticos en la cadena agroalimentaria. Su rumen, capaz de fermentar más de dos tercios de la ingesta, es la primera frontera biológica significativa donde los plásticos se encuentran cara a cara con una comunidad microbiana viva.
Microplásticos frente a los microbios del rumen
El ensayo en laboratorio se realizó con un sistema de fermentación controlada que incubó el fluido ruminal junto a heno o cebada y dosis variables de microplásticos. Se midieron gases, pH, degradación de materia seca, ácidos grasos volátiles y variaciones en proteínas microbianas.
Un dato llamó la atención: los microplásticos redujeron la producción total de gases, sin importar su tamaño o tipo. El pH apenas cambió, lo que apunta a un ajuste metabólico más que a un problema de acidez.
La materia seca se degradó más de lo esperado, lo que indica que los microbios no solo fermentaron el alimento, sino que también actuaron sobre los fragmentos plásticos. Algunos perdieron masa. Otros se rompieron en pedazos aún más pequeños. Y ahí empieza el riesgo de verdad.
Quienes estudian el rumen llevan tiempo sugiriendo que la fricción del alimento, junto a ciertas enzimas microbianas, puede erosionar la superficie de los plásticos. En el estudio, materiales como PLA o PHB mostraron interacciones más marcadas, lo que coincide con su mayor vulnerabilidad a procesos de degradación biológica.
Reacción microbiana ante los microplásticos
La cebada mostró la mayor sensibilidad. Con ella, los microplásticos redujeron proteínas asociadas al metabolismo de carbohidratos y aminoácidos. Al mismo tiempo, aumentaron proteínas vinculadas a respuesta al estrés y reparación celular. Un microbioma a la defensiva.
Los cambios taxonómicos reforzaron esta lectura. Bajaron los Bacteroidetes y subieron Firmicutes y ciertas Proteobacteria. Este patrón suele asociarse a disbiosis, un desequilibrio que, en animales de producción, se traduce en menor eficiencia alimentaria y mayor riesgo de enfermedades digestivas..
Estos efectos encajan con estudios realizados en suelos, peces, aves y roedores expuestos a microplásticos, donde se han detectado episodios recurrentes de estrés oxidativo, menor actividad enzimática y digestiones más inestables.
Microbios del rumen y microplásticos
El trabajo confirma que las partículas pequeñas generan los efectos más fuertes. Más superficie de contacto. Más oportunidades de interactuar. Más probabilidad de fragmentarse aún más.
La investigadora Jana Seifert, de la Universidad de Hohenheim, lo resume con claridad: los microplásticos no pasan de largo. Interactúan, alteran, se rompen y cambian el metabolismo general del rumen.
Microplásticos, ganado y seguridad alimentaria
Los microplásticos no siempre se quedan en el rumen. Las partículas inferiores a 100 micrómetros pueden atravesar barreras intestinales y llegar a tejidos internos. Allí pueden acumularse.
Esto plantea un riesgo claro para la seguridad alimentaria. Carne y leche podrían contener fragmentos o subproductos de la degradación plástica. Es un tema incómodo, pero que ya figura en conversaciones entre autoridades europeas de seguridad alimentaria tras las primeras muestras detectadas en tejidos animales en distintos países.
Un microbioma estresado también rinde menos. Y un animal que aprovecha peor el pienso implica más costes y más emisiones por kilo de producción. El impacto no es solo sanitario, también económico y ambiental.
En animales jóvenes o debilitados, la barrera intestinal se vuelve menos eficaz. Esto puede aumentar la entrada de partículas y, con ello, la distribución del plástico por otros tejidos.
Mantener los plásticos lejos de las explotaciones
El uso de plásticos agrícolas sigue creciendo, y eso complica la gestión. En los últimos años, varios países europeos han revisado sus normativas para restringir microplásticos añadidos intencionalmente en productos agrarios. Pero los residuos difusos, como los de ensilado o neumáticos, son más difíciles de controlar.
Los investigadores piden reducir la carga de plásticos en los campos. Hay alternativas: envolturas compostables certificadas, mejoras en logística para reducir roturas del film de ensilado, o sistemas de recogida más estrictos. La idea no es prohibir de golpe, sino avanzar hacia materiales más seguros y cerrar ciclos de uso.
El estudio aporta pistas útiles para reguladores y veterinarios. Los microplásticos alteran la actividad microbiana y se reducen de tamaño durante la digestión. Este comportamiento debe tenerse en cuenta al establecer límites seguros de contaminación en piensos.
La investigación también deja preguntas abiertas. Se necesita saber cuánto plástico llega realmente a los tejidos, qué fracción se transforma en nanoplásticos y qué implicaciones tiene eso para la salud humana. Y todavía falta entender con precisión cómo cambia la fermentación cuando los microplásticos se fragmentan en pleno rumen.
El mensaje de fondo se mantiene: los microplásticos interactúan, afectan y siguen su viaje más allá de lo que se pensaba.
Fuente: EcoInventos